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Presses Universitaires du Mirail Entretien avec Manuel Puig Author(s): Manuel Puig and Moumène ESSOUFI Source: Caravelle (1988-), No. 64 (1995), pp. 173-178 Published by: Presses Universitaires du Mirail Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40853259 . Accessed: 16/06/2014 00:11 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Presses Universitaires du Mirail is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caravelle (1988-). http://www.jstor.org This content downloaded from 195.34.79.20 on Mon, 16 Jun 2014 00:11:26 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Entretien avec Manuel Puig

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Presses Universitaires du Mirail

Entretien avec Manuel PuigAuthor(s): Manuel Puig and Moumène ESSOUFISource: Caravelle (1988-), No. 64 (1995), pp. 173-178Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/40853259 .

Accessed: 16/06/2014 00:11

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at .http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp

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CM .H L.B. CARAVELLE n° 64, pp. 173-178, Toulouse, 1995

Entretien avec

Manuel Puig

Moumène ESSOUFI Institut Pluridisciplinaire pour les Etudes sur V Amérique Latine à Toulouse

El 26 de abril de 1990, en Madrid, Moumène Essoufi, doctorando del IPEALT, que entonces preparaba su tesis bajo la dirección de Milagros Ezquerro, tuvo la oportunidad de entrevistar a Manuel Puig sobre cuya obra estaba trabajando. La conversación giró principalmente en torno a Maldición eterna para quien lea estas páginas y Sangre de amor correspondido, pero se advertirá fácilmente que otros títulos fueron al menos mencionados en las preguntas y que, a su vez, las respuestas de Puig abarcaron en realidad más libros de los que aparecen claramente citados. Como se sabe, Manuel Puig falleció poco tiempo después. Es por consiguiente una de las últimas entrevistas del autor la que aquí propone Caravelle.

T| JTaldición eterna. . . tiene que ver con mi segundo regreso a Nueva

/X/t York. Volvía yo a una ciudad que vivía la resaca del hippismo. JL VJL Cuando me fui, en el 67, existía toda esa maravillosa fermentación hippie apenas en ciernes y cuando volví estaba todo acabado. Habían triunfado los valores burgueses. Toda esa gente que se había replegado, que había dejado posiciones radicales, se sentía culpable y frustrada.

Con Ramírez comparto el exilio, la mala salud que yo tenía en ese entonces, los malos recuerdos de Argentina ; y el haber perdido todo :

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idioma, país. En Maldición eterna. . . , la disminución de los argentinismos no se debe al exilio, sino a que mi novela fue escrita en inglés porque la experiencia fue vivida en inglés y uno de los personajes, Larry, hablaba sólo inglés. Entonces se supone que esa historia había que contarla originalmente en el idioma en que había sucedido.

Todas mis novelas son comprometidas con la realidad, que es el único compromiso que valga. O ni siquiera con la realidad, más bien con la verdad. Ahora, lo que es la verdad para cada escritor, es algo que se puede discutir. Pero yo no creo en el compromiso político de las declaraciones de un escritor. Lo que me interesa es el compromiso de la obra. Hay autores muy comprometidos en su vida pública, ¿ no ?, pero que en su obra no reflejan realmente ese compromiso.

Algunos críticos consideraron que Sangre de amor correspondido es una novela vulgar. Yo, mira, no puedo defender mis novelas. Ellas pueden defenderse solas. Ahí está el texto y cada uno lo juzga como puede. Ahora, cuando yo hablo sobre la mala crítica, reflexiono sobre una cuestión : si es lícito publicar ataques. Creo que lo único éticamente irreprochable, indiscutible, es el elogio. Es decir que si alguien tiene un elogio que hacer, sincero, sobre algo, que lo publique. Pero la publicación de ataques... I Cómo sabe el crítico que está en lo cierto ? Los elogios no pueden nunca hacer daño, mientras que los ataques sí. ¿ Con qué derecho se puede publicar en el New York Times la opinión de un señor que dice que El beso de la mujer araña es una decepción con respecto a mis libros anteriores ? Yo no sé. No puedo contestar porque estoy en el juego. A mí me resulta muy dudoso, sobre todo en mi caso, ya que fue un autor, otro autor no crítico, quien publicó esa crítica.

El discurso crítico puede ser muy inteligente y estimulante, como lo ha sido en algunos casos conmigo. Y puede ser muy destructivo y obtuso.

En Sangre de amor correspondido , si es el personaje el que habla y se revela a través de su lenguaje, hay que pensar que es filtrado por mí. No es él exactamente quien está hablando. Es mi recuerdo de una persona, mi registro. Puedo haberme equivocado al seleccionar el material porque dejo fuera de la novela no sé cuántas horas de conversaciones con ese hombre. Integré un número limitado de esas páginas posibles.

El personaje real en que yo me inspiré para el personaje de Josemar no aceptaba su realidad. No aceptaba nada, ni sus recuerdos que se veía obligado a modificar, ni todo lo otro que conformaba su persona. Entonces yo supuse que esta falsa tercera persona que, según decís, uso en la novela, expresaba de algún modo ese rechazo del personaje. El no

aceptaba la primera persona y establecía una distancia consigo mismo, la misma distancia que la tercera persona establece con el lector.

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De una presencia de esquemas bíblicos en la novela, si no me lo decís vos, no me había enterado. Ese hombre, ese protagonista de la novela era casi analfabeto, era hombre de campo y repetía cosas que había oído. Y fue él quien me contó esas cosas. Ahora me entero de que pueden haber estado antes en la Biblia. Pero a mí me sonaron muy interesantes en la boca de él ; como todo venía tan bien estructurado, sentía que todo lo que contaba ese muchacho no era gratuito, porque había significados muy profundos en todo eso. Por eso fue que lo utilicé como protagonista. Pero el bíblico es él ; yo no.

No por nada yo elegí la historia de él para contar. Me fascinó porque tenía ciertos elementos. Pero no es una historia inventada por mí. Los cambios fueron mínimos. Fueron de orden práctico para no causarle problemas a él. De modo que si hay ecos de la Biblia en la novela, son los de la historia, de la historia real.

Josemar es un nombre muy común en el Brasil. Pero no es el nombre de la persona real, porque yo cambié todo para que esa persona no tuviese problemas. Como ese albañil contaba cosas reales, cambié todos los nombres e incluso ciertos hechos para despistar, como de tal ciudad a tal otra, para no crearle problemas a él. Pero el nombre no connota nada, déjame, y no me interesa que Josemar pueda ser José María o que esto revele en un hombre una parte femenina. A mí me gustó... El se llamaba Abelar. Entonces yo busqué un nombre que tuviese más o menos ese sonido, que sonase como Abelar. Había unos Josemar ahí y me pareció muy bolerístico el nombre. Bueno, ahí está.

Yo suelo decir que siempre tienen que ver con mis problemas las situaciones que me llevan a contar esas historias. En mi época, por desgracia, había la figura paterna. Por reglas del machismo, el hombre tenía que mantener ciertos comportamientos. Tenía que reprimir mucho la expresión de sus sentimientos. Yo no estaba de acuerdo con eso. Las mujeres tenían permiso para expresar más libremente el afecto. Esto me pareció siempre un problema. Yo lo vivía en mi casa, eso estaba siempre presente. Mi papá era la persona más afectiva del mundo, pero se sintió obligado a seguir ciertos esquemas. A mí lo que me molestaba de eso era que él sufriera con eso. Yo veía que él se sentía como dentro de una coraza, que él era mucho más blando de lo que quería mostrarse. Mientras que mi mamá tenía toda la libertad de expresar lo que sentía. Entonces yo, no es que sintiese tanto la falta de eso, porque lo que no recibía de uno me lo daba la otra, pero veía que él no era así, que dentro de ese personaje él no se sentía cómodo. Claro que estas cosas no las veía yo claramente, pero sentía una incomodidad en el aire. Y esto siempre está presente en mis novelas.

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A mí me interesaba contar historias en las que unas mujeres que creen en el amor-pasión son traicionadas por los hombres. En Sangre de amor correspondido, como en novelas anteriores. Me interesaba demostrar que en esta repartición de roles que durante mucho tiempo se produjo y fue aceptada por la gente, cada uno asumía su rol lo más buenamente posible. Que no había vencedores, que todo el mundo se sentía incómodo porque eran roles impuestos por cuestiones culturales. Que no eran mandatos de la naturaleza, como se creía. Lo que yo recuerdo de los años cuarenta, por ejemplo, es que las mujeres decían : «¿Qué es lo que nos tocó ? Pero Dios lo quiso así.» Después, las cosas se fueron aclarando y mejorando. Pero claro, como soy producto de esa época, no hago más que contar de nuevo lo mismo.

El teatro y el cine, con su exigencia de síntesis, si los contraponemos a lo que es la narrativa, me hacen buscar temas que puedan ser desarrollados en términos no realistas, porque la novela la siento asociada al realismo. Para mí, el gran espacio que ofrece una novela es un espacio propicio para un análisis detallado de la realidad. Mis novelas son, en general, esfuerzos por comprender la realidad, pero están hechas con elementos tomados de la realidad misma. Por eso me resulta como una especie de recreo, de descanso, esta incursión que con Bajo un manto de estrellas hago en otros territorios menos espaciosos. Si me atrevo a entrar en lo fantástico, bueno, quiero experimentar. El teatro me resulta más divertido de esa manera, experimentando con lenguajes no reales. Ahora, en mi obra siguiente, que no está publicada y se llama Triste golondrina macho, el diálogo y la situación son menos realistas aun. Pero al año siguiente escribí Misterio del ramo de rosas, que sí es una comedia hecha con elementos reales.

Para mí, en la obra, el manto de estrellas es la impasibilidad, la indiferencia, aparente por lo menos, de las fuerzas divinas ante lo que les pasa a los pobres.

Si uso variadas posibilidades de escritura, que la crítica llama subliterarias, es porque pienso que cualquier código lingüístico es posible en literatura. Pero lo importante es el uso que se haga de ese código.

En general, los títulos de mis novelas surgen de la escritura misma. Ha habido algo durante la redacción, algo que me sonó mejor. No me acuerdo de haber titulado nunca una novela. Pero no es que el título se imponga al final, o no lo tengo muy claro porque no recuerdo cada caso. En general, son los personajes los que le dan el título a la novela.

A mí no me resulta cómodo tener un narrador omnisciente de tercera

persona porque eso implica un punto de vista y por lo tanto una posición casi que diría autoritaria. Por lo menos el punto de vista implica un juicio,

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y yo quiero evitarlo para que el lector tenga más versiones, más información.

Aparte del compromiso con la realidad, hay otras dos formas de compromiso que son muy importantes para mí. Yo me puse siempre a trabajar en literatura con elementos tomados directamente de la realidad. Pretendo que el lenguaje es irreal desde los personajes que uso. En cierto momento pasa a ser simplemente un código lingüístico que yo puedo manipular sin adulterarlo. Yo pretendo subrayar las posibilidades, la potencialidad musical o pictórica de esos lenguajes. Incluso posibilidades cinematográficas si vamos a referirnos al montaje, a efectos de montaje.

Entonces existe el compromiso ante todo con la realidad y eso es el primero porque yo escribo para tratar de explicarme problemas personales ante todo. Si no, no siento esa compulsión a escribir una novela. Una novela tiene que ser la respuesta a una carencia mía personal muy grande, a la necesidad de saber algo. Eso, ante todo.

Pero después viene el compromiso con el arte. Estos lenguajes reales yo los veo como un código lingüístico más. Por eso me pongo muy mal cuando dicen que soy una grabadora humana, que lo único que hago es repetir lo que dicen los personajes. No, no, no. Yo tomo el lenguaje de los personajes como Tolstoï puede tomar el lenguaje culto, como un código lingüístico que sirve al narrador para tejer su tapiz. No digo que no sepa vivir, pero quien escribe es porque de algún modo (por lo menos en mi caso es así) tiene dificultades en expresarse directamente. Yo digo que las mejores amistades las hice a partir de mis novelas. La gente pudo conocerme mejor leyendo mis cosas. Eso incluso ha sucedido con amigos anteriores a mis novelas, que después de leerlas pudieron conocerme más. No me refiero a que conté cosas que pudieran ser de mi historia personal. Era que tenía una real dificultad en comunicar cierta parte mía. Entonces había gente que estaba convencida de que yo estaba proyectando un personaje distinto a mí. Con las novelas, descubrió que yo podía tener otras zonas de conocimiento. Era que algo se revelaba a través de mi trabajo sobre el lenguaje de los personajes, a través de ese compromiso con el arte.

Y es muy importante para mí el compromiso con el lector. Es asunto de gusto personal. Me gusta la rapidez, la brevedad. Me fascina en el cine, en la novela, en todo. Trato siempre de cuidar ese elemento. No está presente muy claro en Maldición eterna.., ni en Sangre... Me lo han hecho pagar los críticos a propósito de Sangre... Dicen que son novelas áridas. Pero yo creo que si no las hubiese firmado yo, si las hubiera firmado un escritor realmente árido, les parecerían de lo más llevadero.

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Sólo que conmigo están acostumbrados a que haya una velocidad muy grande.

En esas dos novelas, no renuncié del todo a la velocidad del relato, pero tuve que entrar un poco en componendas porque así lo quería la sustancia, el material. Pienso que el fondo precede a la forma. Siempre, siempre, la forma tiene que apoyar lo que se cuenta, tiene que realzarlo, tiene que ayudar a echar luz sobre todo ese material. Creo que nunca, por lo menos en mi caso, nunca precede la forma al contenido. El lenguaje ayuda a explicar y desarrollar los personajes. Pero te das cuenta, justamente ahí, que el lenguaje, que la forma, está siempre al servicio de una verdad sicológica. Que el contenido siempre va primero.

Claro está que es muy importante la forma en lo que escribo. Pero no es que diga primero : «Voy a hacer un folletín», y piense después en la historia de Boquitas pintadas. Primero viene la historia y después la forma de folletín. Esos personajes de clase media se piensan a sí mismos como héroes de canciones o de películas ; ellos creen en la ideología de la gran pasión, se piensan a sí mismos como personajes apasionados. En cambio, cuando llega el momento de actuar, son muy cautos ; el cálculo para ellos viene antes que cualquier otra cosa. Entonces pensé que esa historia de mezquindades y represiones sería interesante contarla en términos de gran pasión, es decir reproducir dentro de la forma de la novela la contradicción íntima que hay en esa gente. Entonces este compromiso con el lector, sí. Yo quiero que la lectura de mis cosas sea ante todo accesible, que se genere placer sin que ese placer atonte, un placer que despierte el espíritu crítico y la reflexión.

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