Livraga Jorge - Ankor

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  • 8/3/2019 Livraga Jorge - Ankor

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    ANKOR, EL LTIMO PRNCIPE DE LA ATLNTIDA

    JORGE NGEL LIVRAGA

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    J orge ngel L iv raga

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    ANKOR, EL LTIMO PRNCIPE DE LA ATLNTIDA

    JORGE NGEL LIVRAGA

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    PRLOGO

    Esta novela supone un atrevido y feliz intento de recreacin histrica sobre unode los episodios ms controvertidos y apasionantes de la protohistoria de la Humanidad:la posible existencia de una civilizacin anterior a la Prehistoria, comnmente llamadaAtlntida. Una civilizacin, y una tierra sobre la que se sustentaba.

    La polmica existencia del continente atlante no es simplemente una ficcinliteraria al estilo de la Tierra Media de Tolkien, el Necronomicn de Lovecraft yallegados, El Dorado, la Avallon artrica, el Grial o la nsula Barataria. Su hipotticaexistencia ha sido planteada por los milenarios sacerdotes egipcios, de donde el mitopas a Grecia de la mano de filsofos como Soln o Platn (dilogos suyos comoTIMEO o CRITIAS dan fe de ello) y se extendi como reguero de plvora, sustentadomuchas veces por gelogos, bilogos e historiadores, contra la rocosa versin de susadversarios de la oficialidad.

    Unos y otros aducen un nmero hondamente significativo de pruebas cientficasy geolgicas en defensa de sus argumentos. Es este un debate que atraviesa momentosde apogeo y parece difuminarse en otros dependiendo de las modas o corrientes dedilogo, pero que no llega a desaparecer en ningn momento del panorama deactualidad, y que nos acompaar an, intuimos, durante mucho tiempo.

    No es, no obstante, el nico continente supuestamente sumergido bajo las aguas,

    supuestamente habitado por humanidades arcaicas en que nos reconocemos a nosotrosmismos bajo el velo narrativo del gigantismo o de la arrogancia. Otros nombres comoMu, Lemuria o Poseidonis han escoltado el sentido general del mito, o de la historia.Pero, sin duda, la Atlntida es el nombre ms comn que congrega a nuestrareminiscencia esta vieja leyenda que se resiste a morir. Una Humanidad aeja que seextingue vctima de sus propias conquistas materiales, sofocada por su propia grandeza.Auge y decadencia. Miseria y grandeza. Herosmo y depredacin. Quin sabe. Acaso lehayamos hecho a nuestro planeta la misma o parecidas barbaridades que las que lehacemos ahora. Acaso la inevitable respuesta geolgica ya se haya producido en casosanteriores. Visto el rumbo que toma nuestra actual civilizacin, la hiptesis no esprecisamente descabellada. Siempre consuela saber que hubo supervivientes, quepudimos articular un nuevo inicio. Tanto como incomoda y repugna la idea de que noparecemos aprender de nuestros milenarios errores y crmenes ecolgicos. Entre otros.

    Esta es una novela de recreacin o ficcin histrica. Visto que no podemosresolver tan apasionante debate que, entre otras cosas, podra alterar completamente lavisin que sobre la antigedad de la criatura humana y acaso del planeta mismosustentamos, se nos hace difcil elegir las etiquetas con que adscribir a un gnerodeterminado su formulacin literaria. Histrica? Quin podra jurar que no sucedi deun modo similar? Obviamente, las reflexiones de los personajes se articulan sobre unfondo de rica y frtil imaginacin con que el autor ha sabido dotar a su obra. Ficcin?

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    S, cuanto menos en los detalles. Ambas cosas? Y si dejsemos esa dudosa tareanominalista para la crtica especializada? A fin de cuentas, Ssifo siempre arrastra envano su roca. Hay labores que no sirven para nada pero que parecemos impelidos allevar a cabo por alguna oscura necesidad clasificatoria.

    El autor, Jorge ngel Livraga Rizzi, naci en 1930 en la ciudad de BuenosAires. Doctor en Filosofa, Historia y Arqueologa, Premio Nacional de Poesa enArgentina en 1951, Cruz de Pars en Artes, Ciencias y Letras, y director honoriscausa del Museo Arqueolgico Rodrigo Caro de Espaa son entre otras titulacionescon que no deseamos abrumar al lector algunos de los ttulos que dan fe de su vasta yprofunda obra literaria y filosfica. Dentro de su ingente labor cultural y humanstica,ha llevado a cabo numerosos trabajos, ensayos, conferencias, artculos y charlas. Entresus publicaciones podemos citar entre otras EL ALQUIMISTA, LOTOS, MOASSY EL PERRO,TEBAS, LOS ESPRITUS ELEMENTALES DE LA NATURALEZA, EL TEATRO MISTRICO ENGRECIA: LA TRAGEDIA y varios volmenes de CONFERENCIAS. Todas sus obras han sidotraducidas y publicadas en numerosos idiomas: espaol, ingls, alemn, italiano, griego,portugus.

    Por encima de este nutrido currculum, aquellos que le conocimos y le quisimossolo contamos con nuestras pobres palabras para dar fe en estas breves lneas deprefacio a lectores annimos que jams le conocieron de su grandeza de alma, sugenerosidad y su inagotable curiosidad cientfica, cultural, espiritual y humana. Vanoempeo. Nunca podremos hacerles llegar ese oro vivencial, ese lazo magisterial y esahuella clida.

    La novela recrea con pulso pedaggico y fresco los ltimos das del continenteatlante, anegado en guerras de poder entre las facciones de luz y de oscuridad. Ankor, elltimo prncipe de la faccin solar, acompaa nuestra mirada sobre un mundo que lasaguas estn a punto de tragarse para siempre. Ms all del prstino valor de susprotagonistas, de su vivaz intriga narrativa y de sus enseanzas filosficas, la obra nonecesita de presentaciones ni apoyos. Nuestras palabras son en vano. Quien pasee sumirada sobre las pginas de esta novela, retendr en su recuerdo para siempre el hlitoluminoso de Ankor, de Fenur y de un tiempo lejano que acaso no sea hijo de nuestrafantasa, sino de nuestra reminiscencia; desvado por las horas, pero real.

    Jos Ramn Naranjo

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    Dice el autor:

    Todo hombre se pregunta de dnde viene y adnde va. Aquella breve parte denuestro pasado que recordamos se llama experiencia; ms all, un nebuloso hlito devida nos indica que debemos haber existido desde mucho antes de nacer en este mundo.Cuando los que recuerdan son muchos hombres, ese recuerdo preciso se llama Historia,y el presentir que somos mucho ms viejos que lo que nos indica la no muy seguraciencia contempornea, se titula, bajo cierto aspecto, Mitologa.

    Todos los pueblos del mundo antiguo, incluso los americanos, nos hablan dediluvios y de continentes sumergidos. Platn nos ha dejado un relato muy preciso. En el

    ltimo fragmento del continente atlante hemos colocado a Ankor, un prncipe, unfilsofo, un hombre. La accin se desarrolla hace unos once mil quinientos aos. Sinembargo, a veces la trama se urdir dentro del mismo lector, porque la pregunta citadaal principio nos sigue preocupando a todos. S, todos llevamos un Ankor en nuestrocorazn. Este relato ayudar a no pocos a encontrarlo.

    Las olas del ocano Atlntico no nos han revelado, todava, pruebas suficiente-mente convincentes de la existencia de una civilizacin que se hubiera hundido en sulecho, o si lo han hecho, esas pruebas duermen en algunos rincones de nuestros museos,y no nos hemos percatado de ello. Pero el pensamiento del hombre se pase por la Lunamucho antes que los astronautas, y tambin descendi a la sima del mar desde el

    comienzo de los tiempos. Hagmoslo una vez ms y soemos que estamos enPoseidonis, el ltimo trozo del orgulloso continente que se hundi, como una nave dealguna vieja guerra, con todos sus tripulantes.

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    LA MISIN DE ANKOR

    Lo que fue, es y ser siempre, lea el joven Ankor, prncipe de Poseidonis,inscrito en caracteres antiguos en la cima del enorme paraleleppedo monoltico queenfrentaba el acceso a su Casa de Oraciones; y, sin embargo, el rumor de la lucha y elsordo tronar de las paredes derrumbadas se oa cada vez ms cerca

    Lo que fue, es y ser siempre Pero sus ojos bajaban al horizonte marinorecortado entre los arbustos, y negras columnas de humo lo oscurecan Levant susojos otra vez y, ms despacio, ley: Lo que fue, es y ser siempre

    Salve, Ankor! Los dioses te bendigan!

    La voz poderosa de Oashis, el jefe de la Guardia del Rey, le sobresalt como siun contacto fsico lo hubiese sacudido.

    Salve, Oashis! Mas has interrumpido mis meditaciones y hasta creo queme has dado un mal augurio. Qu es lo que pasa?

    Noble prncipe, perdona mi intromisin; yo no quera

    Habla, Oashis. Acaso mi padre?

    No, mi seor! le respondi el guerrero, adivinado sus inquietudes.

    Nuestro seor, la Gran Serpiente Solar, est bien; pero l mismo me ha encomendadoque no recorrieses los parques, y que si te hallaba en ellos te solicitase te recojas en tusaposentos, en la seguridad de palacio.

    Pueden caer proyectiles aqu? pregunt el joven con curiosidad no exentade temor.

    No, Pequea Serpiente; no por ahora Pero nuestros enemigos estn cadavez ms cerca. Aparte de la flota que martillea nuestro puerto, han desembarcado dosejrcitos de unos treinta mil hombres cada uno, a ambos lados de la ciudad, y a esta horaasaltan las murallas externas y emplazan sus grandes catapultas. En cualquier momento

    caern aqu, desde el cielo, rocas y esferas huecas llenas de metal fundidoOashis, todos los aos los pueblos del Sur nos atacan y luego se van, los

    rechazamos Los traen los malos vientos que barren las nieblas de nuestros puertosSer igual ahora?

    No, Ankor. Anteriormente se limitaban a atacarnos con sus artilleras ysaquear barcos y poblaciones costeras; ahora es diferente. Esta es la guerra total,Pequea Serpiente, y nuestra capital caer antes de que termine esta luna

    Oashis, lo que fue, es y ser siempre?

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    Solo s, oh, prncipe!, que mi seor, el Rey, fue antes que yo, es hoy y sercuando yo no exista

    Oashis, no me refera a mi padre, el Rey, sino a todas las cosas.

    Mi seor, para el jefe de la Guardia Real, el Rey es todas las cosas

    Ah, Oashis! Jams s si eres sabio o necio! exclam Ankor girando sobres mismo malhumorado y dirigindose a palacio. Si se hubiese movido ms lentamente,habra odo musitar al viejo soldado: Yo soy lo que t quieras, mi seor

    Con la cabeza ligeramente baja, ascenda el joven la loma sobre la que seelevaban sus dependencias reales, un soberbio palacio de piedras muy blancas, entrecuyas entalladuras corran espumosos torrentes artificiales. Sus techos, recamados deoricalco1, fulgan bajo el sol de la tarde como elevadas praderas de metal, tan solohabitadas por invisibles vientos y deslumbrantes destellos.

    Pero ms all, en la baha, todo era destruccin, y cientos de naves de negrosvelmenes estaban ancladas en lnea disparando sus mquinas, y otras muchas,alcanzadas por las catapultas costeras, ardiendo o ya zozobradas, apenas si dejaban verrestos de arboladuras. A izquierda y derecha, sobre altos muros concntricos de lapequea ciudad, hormigueaban confusas multitudes, entre lenguas de fuego y nubes depolvo y humo. De cuando en cuando, un proyectil hunda techos y muros no lejos depalacio, y grandes lanzones incendiarios de bronce sembraban llamas cada vez msdifciles de dominar.

    Al acercarse el Prncipe a la puerta principal, una doble hilera de guardias que laflanqueaban hicieron resonar las losas del piso con el pomo esfrico de sus lanzas. Erantodos muy jvenes, casi adolescentes, y pertenecan al centenar de hombres queconstituan su guardia personal.

    Ankor les sonri tristemente y ascendi, casi detenindose peldao a peldao, lasuave escalera de mrmol rojo que llevaba del prodomus a sus habitaciones del pisosuperior. Apenas lleg a ellas y dej tras las pesadas puertas a los que da y noche lecuidaban, cuando una mujer de edad mediana y ropas sencillas se ech a sus pies conpresteza.

    Levntate, Hattana! Oashis me ha dado malas nuevas; ve t misma escoltadapor diez de mis hombres al palacio de la Gran Serpiente, mi padre, y entrgale la cartaque te dar Escucha y jrame que pondrs la carta en las mismas manos de nuestroseor, el Rey.

    1 Metal precioso equivalente al oro, pero con un brillo rojizo muy semejante al cobre. Este elemento ya nose conoce en las condiciones de antao, ya que es muy posible que, dadas las grandes transformacionesgeolgicas, dicha constitucin qumica haya cambiado de valencia, transformando sus caractersticas.

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    La mujer, no acostumbrada a ese tono enrgico en el nio, que de la maana a lanoche se haba tornado hombre, asinti en todo, con los ojos llenos de lgrimas.

    Ankor pas a su estudio, donde, adems de una reducida librera, se vea unamesa de trabajo y unos pocos muebles y lmparas. Una gran ventana dominaba la baha,el puerto y parte de la ciudad. Sobre la mesa de marfil y ncar escribi en un cuero,especialmente preparado, una carta para su padre. Luego, como si dudase sobre laconveniencia de mandarla, la arroj al piso y se volvi hacia la abierta ventana. Ungemido sordo le hizo levantar los ojos, y vio precipitndose del cielo, como un granpjaro muerto, una esfera de metal negro que, al caer a menos de cien pasos de dondeestaba, se transform en un pequeo volcn que devor en segundos un bosquecillo decipreses y salpic con llamas la fachada posterior de su palacio.

    Ankor no pudo menos que retroceder ante la oleada de calor, para luego caer derodillas tapndose el rostro con las manos. No es que estuviese herido, pero l saba queesas enormes bolas huecas, cargadas con metal fundido y con un peso superior a cienhombres, podan ser lanzadas solamente por gigantescas mquinas de sitio, y que lapequea capital del estado del Norte no resistira esos artificios de destruccin, quepodan disparar sus monstruosas balas a ms de mil pasos de distancia.

    Los servidores de su palacio y su Guardia personal, cubriendo prontamente ellodazal de fuego con centenares de baldes de espuma rosada, lo haban ahogado enpocos minutos, pero en casi ninguna parte de la ciudad-puerto se contaba con tancostosos medios qumicos para apagar incendios, y los efectos del metal fundido y

    llameante seran catastrficos. Afortunadamente pens Ankor una de esas catapultasnecesitaba ms de una hora para efectuar un disparo, y es improbable que hubiesentransportado ms de una o dos, dado su enorme peso y el de sus instalaciones auxiliares.

    Sbitamente decidido, recogi la carta, la coloc dentro de un cilindro deoricalco y sell su tapa con un metal blando, de color verde amarillento, que fundi alcalor de una lmpara. La impronta de la Serpiente Solar pas de su anillo al metal tibioy oloroso.

    Sali el joven de su despacho con paso rpido y seguro, y extendiendo el tubo aHattana le dijo:

    Mujer, tal cual te dije, pon en manos de nuestro rey esta carta, mira que esmuy importante y que aguardo tu regreso con la contestacin.

    Hattana sali y Ankor se recost en un reclinatorio; en verdad, haba envejecidoen pocas horas, y su redondo rostro de nio pareca ahora alargado por la preocupacin,con la frente ensombrecida por incipientes arrugas.

    La ronda de su palacio le sorprendi tan ausente del mundo circundante que lossoldados se atrevieron a tocarle por ver si estaba bien, ya que pareca dormir, pero tenalos ojos abiertos y fijos en un punto lejano. El Prncipe salt rpidamente del lecho y,

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    empujando afectuosamente a los guardias, les pidi que no recorriesen hasta nuevaorden sus habitaciones privadas, pues deseaba estar solo y ningn peligro corra. Deesto ltimo no estaba Ankor muy convencido, mas no quera dar una mala imagen a sussoldados, que, por otra parte, nada podan hacer contra un impacto directo de lasenormes bolas rellenas de metal incandescente.

    Precisamente le haba pedido al Rey, su padre, que le permitiese estar a su lado ycorrer su suerte o la de la ciudad; incluso faltando a rgidas normas tradicionales, lehaba rogado que le otorgarse un puesto de combate al frente de su Guardia personal.Afuera tron algn gran edificio al derrumbarse y se oyeron lejanos clamores de voceshumanas.

    Ankor comenz a pasearse nerviosamente por el gran recinto-recibidor de su

    palacio, que ola fuertemente a incienso y especias que se quemaban en los pebeteros.

    Casi una hora aguard, sumido en sus pensamientos y conmovido por instanteshasta las lgrimas. De pronto, se abri la gran puerta, y Hattana, la ropa y el cabellodescompuestos, se abraz a sus rodillas llorando silenciosamente. Detrs se recortaba lafigura imponente de Oashis seguido de una pequea escolta de la Guardia del Rey. Eloficial lo salud respetuosamente haciendo murmurar las planchas de su armadura y,mostrando al Prncipe una orden escrita del Rey, esper en silencio.

    Qu es esto, Oashis? Por qu mi padre me reclama tan perentoriamente siyo mismo envi a Hattana ofrecindome para estar a su lado?

    Pequea Serpiente de Oro suspir Oashis, la ciudad est, por lo que yoentiendo, perdida. Han cado ya lienzos de murallas, por cuyas brechas las tropasenemigas penetran, atacando los muros interiores. Ya no podemos controlar losincendios y

    Basta, Oashis! Llamar a mi Guardia; har que me armen e ir a conferenciarcon mi padre de inmediato.

    No, mi seor! dijo Oashis, dando varios pasos hacia l. Debis venirsolo, tal cual se os indica, y vuestro Padre Divino os comunica que partiris deinmediato de esta ciudad, apenas l os vea.

    Oashis! Cmo osas dar rdenes a un Hijo del Sol? A ver, soldados, quinde vosotros se atreve a ponerme una mano encima?

    Al pronunciar estas palabras se haba erguido cuan alto era. Haca ya mucho queAnkor, prncipe de la Isla del Norte del pequeo continente de Poseidonis, en medio delmar Atlntico, haba olvidado los juegos, y su voz, habituada al mando, hizo vibrar loscorazones de los soldados. Sus ojos verdes, como el mar en calma, se haban vueltonegros, y una extraa luz dorada brillaba en ellos. Largos cabellos del color del oroenmarcaban la cabeza del pequeo semidis.

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    La media docena de guerreros que formaba la escolta retrocedi hacia la puerta,impelida por un tremendo temor religioso.

    El Sol, cmplice de quien se deca su descendiente, penetraba por las abiertasclaraboyas dorando los ricos mrmoles tallados y los preciosos metales que adornabanla estancia, que ms bien pareca un templo.

    Luego de algunos segundos de extrema tensin, el capitn de la guardia, plidocomo la cera, pero firme en su decisin, dijo con voz que se esforzaba por aparentarcalma:

    Lo que te he manifestado, seor, es una orden de la Gran Serpiente, tu padre,y me permito recordarte que an es una orden para ti. No pienses en tu Guardia ni

    siervos, pues todos estn dando su vida en las calles de la ciudad para dar tiempo a quet te salves, segn ya te he dicho.

    Ankor, luego de un gesto de ira, gir rpidamente sobre sus talones con laintencin de ir a llamar, igualmente, a su Guardia por medio del gong semiesfrico quecolgaba a unos pocos pasos.

    Hattana, rpidamente, le aplic en las narices un puado de fibras negras queluego sumergi en el nfora de donde las haba sacado. El joven quiso llevarse lasmanos a la cara, mas se le doblaron las rodillas y cay en brazos del jefe de guardia.

    Hattana, mirando con cierto rencor a los soldados, reflexion en voz alta:

    Si emplesemos en las verdaderas ciencias todos los recursos que desperdi-ciamos en gastos militares, quiz esto no hubiese ocurrido nunca

    El jefe apret los dientes sin responder; tom en brazos el cuerpo inerte delPrncipe y, seguido de sus hombres, abandon el palacio a la carrera. Mientras, Hattanadescenda, sin poder contener las lgrimas, a los subterrneos de la ciudad-templo,centro de la cual lo constituan los jardines y colosales edificios destinados a los sumossacerdotes, y al mayor de ellos, el Rey.

    La pequea comitiva empez a correr a campo abierto por las azoteas y jardines

    areos. Las enormes estatuas de divinidades marinas, base de surtidores que arrojaban elagua ms alto que las copas de los rboles, parecan ahora intiles fantasmas de bellezaridcula entre ese ambiente de drama y de sangre. Poco a poco fueron abandonando lazona de los templos y, a travs de uno de los portales interiores, desembocaron en unacalleja del barrio comercial. Todos los negocios y puestos estaban desiertos, y el finopolvo gris que levantaban los proyectiles al demoler los pesadsimos muros cubra elconjunto apagando sus otrora brillantes colores. El rumor de la lucha se convirti, a laspocas manzanas, en fragor desatado, y las piedras de las catapultas, junto con loslanzones incendiarios, empezaron a caer en torno al pequeo grupo de hombres.

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    Al doblar un recodo, el jefe dio el alto; haban desembocado en la avenidaprincipal, que llevaba al puerto, y en ella, a pocos pasos de distancia, un centenar denegros guerreros sureos arrollaba con relativa facilidad a los pocos y fatigadosdefensores.

    Los atacantes, al ver al desmayado Ankor, dedujeron que sera un personajeimportante y se lanzaron hacia delante, quebrando la dbil resistencia; mas el oficial dela Guardia hizo sonar una pequea caracola de oro y, a su son, los soldados leales,enloquecidos de entusiasmo, cargaron al grito de: Salvemos a la Serpiente Solar!Paso al Hijo del Sol!.

    Retumbaron los gritos en derredor, y ciudadanos mezclados con guardias lealesdesembocaron a todo correr desde cada calleja. Los invasores, confundidos y con un

    gran temor supersticioso, retrocedieron en desorden, atropellando a sus propiosoficiales.

    El capitn de la Guardia se dirigi entonces con su pequeo squito nuevamentea la ciudad-templo y penetr en una gran construccin en forma de torre, depositando enun reducido lecho su preciosa carga.

    Haban pasado pocos minutos cuando la Gran Serpiente Solar, jefe y hierofantemximo, hizo su aparicin.

    Era un hombre de edad indefinida, quiz cincuenta aos, tal vez ms. Vesta unalarga cota de malla metlica recubierta de escamas de extraos cristales violceos, confnebres fuegos. En el medio de su pecho, una esmeralda en forma de pirmidecuadrangular encerraba una misteriosa serpiente de oro. Protegale un casco de metalblanco en forma de ave, con la cabeza tallada en un diamante, sobre la frente.

    Al verlo, el jefe de la Guardia se arroj de bruces, las palmas contra el suelo,exclamando: Salve, Gran Serpiente! Tu indigno servidor no ha podido llegar al puertoy espera tu orden.

    Salve, Oashis! Cmo est mi hijo y discpulo?

    Muy bien, seor; slo narcotizado.

    Me imaginaba que no os seguira de buen grado dijo sonriendo. Masdescansa, Oashis; yo tambin dentro de poco descansar.

    Piensa triunfar, seor?

    S, sobre m mismo, fiel Oashis.

    Dicho esto, se recost en unos cojines, invitando al oficial a que hiciese lomismo, al tiempo que murmuraba algunas palabras al odo de uno de los sacerdotes quepermaneca cerca, saliendo este rpidamente por una portezuela lateral.

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    Con qu podramos detener la invasin, Gran Serpiente Solar?

    Con nada, hijo mo. Los hombres leen las pginas del destino y, al leerlas,tratan de impedir que sean escritas. Cmo podra ser eso? Solo es posible dejar deescribirlas si luego no queremos leerlas.

    No acabo de comprender, seor

    A veces pienso que eso te mantiene tan sano y alegre El comprender es untrabajo harto pesado coment el hierofante con una bondadosa sonrisa, y agreg: mas mi corazn te ama, fiel Oashis, y me alegro de haberte conocido.

    No estoy acostumbrado a or esas palabras en tu boca, Gran Serpiente y, msque agasajarme, me alarman. Es que vas a morir?

    Morir? No, no voy a morir, Oashis; pero estoy llegando al fin de este trabajoy agradezco tu colaboracin.

    Es mi deseo servirte eternamente, Gran Serpiente. Podr ayudarte en elprximo trabajo?

    Ya has comenzado a hacerlo. Cuando caiga el sol saldrs con Ankor.

    Oh, seor, querra que tardase siglos en ocurrir eso; tu presencia ennoblece mipobre alma.

    Trata de desear fuertemente esa hora y el momento se te har una eternidad.

    Nunca acabo de comprenderte

    Ah, fiel Oashis, si yo mismo lo hiciese permanecera inmvil en el Seno delEspacio.

    Adnde llevar a tu sagrado Hijo?

    Al Templo Solar de Kuum

    Seor! Yo no podr entrar all; soy un torpe soldado.

    Si los demonios no destruyesen los mundos antiguos, crees que los ngelespodran asentar los nuevos en sus cubos perfectos? Nunca te compares a nadie, Oashis,pues la perfeccin absoluta de cada ser radica nicamente en su comparacin consigomismo. No te preocupes; el templo est avisado. Ankor se iniciar y t hars all algnservicio importante.

    Pobre prncipe! Debe comenzar demasiado temprano el espinoso camino dela sabidura

    No, Oashis; si as lo fuese no comenzara. Uno de sus Maestros le guiar

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    El Gran Hierofante hizo una seal, y un anciano de cabellos y barbas entrecanosse acerc respetuoso.

    Aqu estoy, Gran Serpiente. Salve, buen Oashis!

    Salve, noble anciano. Gran Serpiente, crees que los oscuros no penetrarnaqu antes del anochecer?

    Tardarn unos dos das en abatir los muros internos; es el tiempo que necesitopara quemar y ocultar muchas cosas.

    Despertar la Pequea Serpiente? pregunt el anciano.

    No, Magur; l an no puede resistir ciertas cosas. As ser ms fcil. Oashis,

    lo trajiste aprovechando el pasaje secreto?

    No, Gran Serpiente! Desde anoche est inundado; te ha hecho traicin algnchacal

    Calla, Oashis! El agua busca el agua, y hoy sus potencias nos presionan

    Estaba escrito que tu hijo marcharse bajo el sol dijo dulcemente el anciano.

    Quiz tengas razn, Magur Llama a la Guardia; ya es el crepsculo.

    El anciano golpe las manos y aparecieron por una portezuela una docena de

    soldados de la Guardia, pero equipados ms ligeramente y con un liviano palanqun demetal blanco.

    Oashis, estos hombres tuyos te servirn; sigue al venerable Magur.

    El anciano hizo colocar a Ankor en el palanqun y seal un pasaje a la derechade la puerta principal. Los dos portadores iban a llevrselo cuando su padre se dirigihacia l, le bes en la frente y le dijo:

    Ve, noble Ankor; creo haber cumplido contigo. Oh, alma hermana, llenaahora tu glorioso destino!

    Antes de retirarse, Oashis se volvi para mirar a su seor; su rostro permanecaimpasible, sonriente; solo los brazos lnguidos a los costados del cuerpo decan de undulce cansancio, ese que nos sorprende cuando contemplamos finalizada algunatrabajosa obra.

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    ANKOR, EL LTIMO PRNCIPE DE LA ATLNTIDA

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    EL VIAJE A KUUM

    Los reflejos sangrientos de la ciudad incendiada reverberaban en las nubes bajascuando el extrao grupo, con el palanqun, llegaba a la costa del ocano. En una caletadisimulada entre las rocas, una liviana y larga barca de altos extremos puntiagudos,totalmente pintada de negro, esfumaba las graciosas curvas de su casco, aguardando alreal viajero. Oashis hizo sonar levemente su caracola, y unos veinte soldados, quehaban permanecido emboscados entre las peas, se levantaron presurosos.

    Sostenan largusimos arcos de madera y, por todo armamento, llevaban un

    grueso pectoral de cuero sobre sus breves sayales, y dagas cortas de bronce pendan desus cinturas. Uno, al parecer el jefe, se adelant y dio una contrasea a Oashis; este lesalud:

    Salve! Esta es la nave? Est equipada?

    S, Oashis, todo est en orden. Traes t a la Pequea Serpiente?

    All est, en el palanqun. Vuelve ahora t a avisar a su padre de que todo salebien.

    Voy al momento; all te quedan mis hombres, que son adems los mejoresremeros

    Cuida que no te apresen; la Gran Serpiente estar impaciente por saber deAnkor.

    Pierde cuidado, buen Oashis; vivir slo para ello; en un par de horas estarante l. Que los dioses del mar y del fuego te acompaen y salven a la PequeaSerpiente.

    El oscuro oficial se alej a la carrera y no tard en perderse en las sombras. Losarqueros depositaron sus armas en el buque y montaron los remos silenciosamente; solo

    cuatro de ellos, dos en cada puente, se acurrucaron con los arcos tensos. Uno a unosubieron los soldados de la Guardia Solar, alzaron el palanqun y, por ltimo, Magur yOashis saltaron a bordo. El oficial de guardia cort las amarras con su espada mientrasdos de sus hombres retiraban el tabln de planchada.

    Al impulso enrgico y silencioso de diecisis remos, la embarcacin se alejvelozmente de la costa, poniendo proa al Norte. La brisa helada y el pronunciadobalanceo hicieron reaccionar a Ankor, luego de casi veinte horas de letargo

    Dnde estoy? Padre!

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    Tranquilzate, oh, Serpiente Solar! Ests seguro en uno de tus navos ynavegas hacia la libertad respondile el anciano Maestro.

    Magur! T aqu, a mi lado? Hattana! Esa imbcil mujer me narcotiz!Qu ha pasado? Y mi padre?

    Entre Magur y Oashis respondieron pacientemente todas las preguntas de sujoven prncipe por espacio de ms de una hora. Mientras tanto, la barca haba salido almar abierto y bogaba velozmente impulsada por su nica y relativamente enorme velatriangular de color gris oscuro. Vanas fueron las protestas y amenazas de Ankor; casi alamanecer tuvo que convencerse de que el nico camino para l haba sido ya trazadopor su padre, e ntimamente saba que siempre la Gran Serpiente elega lo mejor

    Pintaban los primeros tonos rosados el luminoso horizonte cuando la barca semeti tras un promontorio, ocultndose a la vista de cualquier nave adversaria. Oashisse acerc respetuosamente a su joven prncipe y le dijo:

    Solo navegaremos de noche para evitar tu captura, oh, Ankor! Creo que entres o cuatro jornadas llegaremos al Gran Templo de Kuum.

    Est bien, mi fiel Oashis; descansa ahora; hace mucho que no lo haces.

    Crees que tu sagrado padre habr muerto?

    Calla, Oashis, esa idea martiriza mi corazn! Quieran los dioses salvarle!

    Te he enseado que no siempre la salvacin est en la vida, en la conservacindel estado fsico dijo Magur a sus espaldas.

    Lo s, Magur; mas la idea de esa separacin me aterra A veces creo que nosoy un verdadero Hijo del Sol

    Tambin ellos tienen derecho a la duda, joven Serpiente; solo hace doce aosque ests con nosotros.

    S, Magur, la sabidura habla en tu boca, mas temo la soledad y me sientodemasiado pequeo; en el fondo, tengo mucho miedo, Magur.

    Calla ya, Ankor; aleja las sombras, que son tus enemigas. El buen Oashis te halevantado una tienda a la sombra de aquellos rboles. y podrs dormir y aun leer, pues tehice traer algunos de tus escritos preferidos.

    Varios marinos ayudaron a descender al anciano y al nio, el cual fue corriendoa visitar la tienda.

    Salve, Ankor! Te he hecho preparar un lecho cubierto. Descansa tranquilo,pues la mitad de tus hombres estn desparramados vigilando los prados vecinos y tengovigas sobre los acantilados.

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    Gracias, Oashis! Pero quiero que duermas. Es una orden!

    El jefe de guardias sonri y se alej hacia el buque. Magur, sentado en la arena,entr en profunda meditacin, mientras el ureo joven fue quedndose dormido.

    As pasaron las otras jornadas, viajando sigilosamente de noche, ocultos duranteel da. A Ankor se le haca algo difcil por momentos guardar aquel boato y rigidezformal de conducta que sobrellevaba tan lgicamente en palacio. Aqu, al aire libre, consus ropas ajadas y durmiendo en el suelo, sus principios juveniles y vitales trataban deimponerse a su espritu antiguo y austero.

    Hasta hubo veces en que ms la presencia de Magur que la de su propiaconciencia impidi que, por primera vez, cobrase alguna pieza de caza, accin

    sanguinaria y repugnante a todo Hijo del Sol, cuyas manos deban permanecer puraspara los sacrificios divinos.

    A la cuarta noche de navegacin, y cuando comenz a iluminar el astro-rey, elviga de proa anunci estar a la vista el templo de Kuum. Ankor sali a cubierta y vio lacosta oculta por una cinta de espuma que, a lo lejos, se converta en un mar revuelto yblanco. Muy lejano, tanto que solo pareca un puntito dorado, refulga el templo deKuum. Ms all, las sombras azules de cadenas montaosas cerraban el horizonte. Apopa, tambin en el horizonte, un tringulo negro deca de una nave del Pas del Sur quebogaba desesperadamente en su persecucin y que, poco a poco, acortaba distancias.

    Hasta el momento, siempre haban podido despistarla y sacarle tal ventaja quesus afanes se hacan intiles. Mas esta vez se haba acercado demasiado. Ante el peligrode un choque con alguno de los miles de escollos que ya los separaban de la costa,Oashis mand arriar velas y empuar fuertemente los remos con el fin de llegar lo antesposible al paso secreto, nico practicable entre aquellas terribles corrientes, marejadas yagudas hojas rocosas.

    Ya no podan detenerse; los remos hacan volar la embarcacin rumbo al paso,distante unos cinco kilmetros, cuando surgiendo de una isleta apareci, a unos pocoscientos de metros, un enorme navo recubierto de chapas de metal, con tres palos ydoble hilera de remos. Las velas negras y cuadradas daban demasiada explicacin sobresu procedencia El alarido de no menos de un centenar de bocas lleg hasta la pequeanave solar, y sus ocupantes pudieron ver, a la radiante luz de la maana, el brillar de loscascos y lanzas de sus enemigos.

    Arriando prontamente las velas y partiendo el mar con su ancha proa recubiertade hierro, la nave de los adoradores de los elementos se lanz hacia su presa.

    Oashis orden prestamente que la nave marcharse sobre los escollos, tratando deesquivarlos, hasta que los dioses quisieran. A su popa cayeron, levantando columnas deagua y vapor, dos enormes lanzones incendiarios. La nave surea era una de las mstemibles, equipada con mquinas y catapultas. Haba estado esperando la llegada de

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    Ankor. Este, un poco plido, pero con la mirada llena de altivez, se haba negado aabandonar el puente de popa y observaba despreciativo las groseras gesticulaciones desus oscuros enemigos.

    La barca solar navegaba ahora sobre hervideros de espuma, y Oashis habapuesto a todos sus hombres en las bordas para que, con largas prtigas, tratasen de evitarlos escollos.

    A lo lejos, las cpulas doradas del templo de Kuum destellaban entre misteriososjardines. Solo la presencia de la Serpiente Solar haca que la tripulacin y los soldadosde la Guardia se atreviesen a acercarse a una costa que se deca estaba guardada porlas mismas fuerzas de la Divinidad. Grandes bandadas de aves marinas huan gritandode las peas al rozarlas el barco.

    Las ves, Pequea Serpiente? As, muchas veces, ante el peligro, las almas sedespiertan y levantan vuelo Ten paz, que todo ser para bien.

    Estoy tranquilo, venerable Magur; solo me preocupa el poder tocar tierra antesde la noche Estas regiones, me han dicho, son cuidadas por medio de terriblesElementales2, que muchas veces se manifiestan Temo que mis hombres no resistanuna visin y quieran salir ms afuera

    No te preocupes; esos engendros no harn nada que pueda perjudicar al Hijodel Sol.

    Ankor se dirigi a popa; ya no vesta su largo manto gris, sino una cota parecidaa la de su padre, recubierta de los mismos misteriosos cristales.

    Los magos alquimistas de Poseidonis, en una y otra isla, haban guardado analesescritos de sus antepasados, los verdaderos atlantes, que haban ocupado un enormecontinente de ms de diez millones de kilmetros cuadrados, hundido haca ya variasdocenas de miles de aos. Esos anales y sus afanosos estudios a travs de los siglos, losllevaron a dominar las propiedades energticas de los metales, permitiendo asvariando su constitucin ntima trasmutarlos en otros naturales, o bien crear algunosque no existan momentneamente en la naturaleza.

    2 Para comprender el significado de esta palabra debemos recurrir a las interpretaciones ms o menoscorrectas de los alquimistas y, a veces, de esoteristas estudiosos. La explicacin ms vlida queencontramos es la siguiente: los Elementales son una especie de espritus de los elementos o, para hablarms correctamente, inteligencias de los mismos, criaturas desarrolladas en los cuatro elementos, Tierra,Agua, Aire y Fuego. A veces, personificados en leyendas como gnomos, los de la Tierra; ondinas, las delAgua; silfos, los del Aire, y salamandras, las del Fuego. Hay tambin gran variedad de los mismos dentrode esta clasificacin, pero que no se enumeran aqu, ya que existe documentacin amplia al respecto.Estos seres son materiales, aunque s mucho ms sutiles y, por tanto, invisibles e inapreciables connuestros sentidos. Poseen gran sensibilidad e inteligencia (una especie de reflejo, mecanismo parecido ala actuacin de las computadoras por binomios positivo-negativo); su actividad se desarrollapreferentemente en los planos psquicos y mentales.

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    Haban logrado, entre otras cosas, fabricar unas cristalizaciones metlicas que,as como el imn atrae el hierro, estas repelan fuertemente todo objeto metlico, hastael grado de que los pocos que as podan protegerse solo eran heridos por armasconstruidas de algunas piedras o madera. Un golpe, por ejemplo, de una flecha conpunta metlica que hubiese dado sobre el pecho de Ankor hubiera resultadoinsignificante e inofensivo, pues el campo magntico creado por su cota le hubieserestado en el ltimo metro de su recorrido gran parte de velocidad. Ms proteccin anbrindaban estas cotas contra los golpes de maza o barra, pues las caras planas de lasmismas chocaban contra la invisible proteccin, como la palma de la mano sobre lasuperficie del agua.

    Ankor aprovech un momento de relativa calma para observar el buqueenemigo, a unos trescientos metros de distancia. Era una nave de formas pesadas ysobrecargada de blindajes. Tendra una tripulacin, contando los esclavos remeros, nomenor de doscientos hombres, y otro tanto de tropa. Sus tres velas eran negras, con undragn marino rojo en el medio. Cargaba su proa casi redonda un gran espoln frreo,en forma de hacha, y la popa era alta y muy labrada.

    A pocos pasos de la proa podan verse, sobresaliendo del casco, los dos crculosmviles donde estaban emplazados los resortes lanzadores de lanzones incendiarios, yen el medio del puente, la gran catapulta, de mucho mayor alcance, pero lenta y difcilde manejar. Detrs de toda esta artillera estaban los tres palos. Ankor calcul que ellargo de la nave superaba en cinco veces el de la propia. Luego mir sus remosinmviles y divis tambin las numerosas cuerdas de anclaje. No pasara de allpens; su gran calado no le permitira salvar ni aun los primeros escollos.

    Podemos estar tranquilos, seor; sus proyectiles ya no podrn alcanzarnos; almenos lo deduzco por su silencio, y tampoco pueden avanzar.

    S, fiel Oashis; mas, el otro buque pequeo que nos persegua?

    No se habr atrevido a entrar en aguas sagradas o temer este tiempoamenazador en paraje tan peligroso

    Vengo notando que las olas rompen cada vez con ms fuerza y amenazanarrastrarnos. Por qu has anclado?

    La bajante nos retendr varias horas, Serpiente Solar; cada vez se divisan msriscos rocosos

    Ir a la tienda a leer con Magur; avsame de cualquier novedad.

    As diciendo, Ankor descendi a la toldilla, donde estaban las nicas cmarasdel buque, que l ocupaba, y all permaneci ms de dos horas entregado a la lecturaque comentaba con su Maestro. A pesar de su abstraccin haba notado que un fuerteviento silbaba en los cordajes y que la nave toda sufra grandes sacudidas y vaivenes.

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    Estaba abriendo un folio de hojas de cuero, un tratado de botnica, cuando sintiun tirn violento, y la nave, sin amarras, salt hacia la proa; not que la parte inferiordel casco rozaba crujiendo un fondo rocoso y luego los gritos de los marineros Salvde un salto los pocos escalones que lo separaban de cubierta y vio cun escorado estabael barco; haban encallado.

    Tras l apareci el anciano Magur; ech una ojeada y se volvi a continuar sulectura, meneando tristemente la cabeza.

    Todos los hombres del barco haban tomado remos y prtigas y se esforzabandesesperadamente para alzarlo de tan peligroso lecho. Ankor tom una larga vara demadera y fue a ayudarlos.

    No, Prncipe, no avergences a tus hombres! rog Oashis.No temas; djame a m respondile este en voz baja, y agreg ms alto:

    Ved, siervos del Sol! Ni aun con la ayuda de una Serpiente de Oro alzaris el buque?

    Al conjuro de estas palabras, todos dieron gritos de entusiasmo y redoblaron susenergas; en pocos minutos, ayudados por las olas, hacan resbalar el casco hasta unpequeo remanso cercano.

    Oashis! Vienen barcos hacia nosotros! grit uno de los marinos.

    Todos los ojos se volvieron al mar y vieron dos largas barcas negras que se

    destacaban del gran buque-dragn. Llevaban ocho remeros y unos veinte guerreros cadauna. Otras dos similares se alzaban sobre la cubierta para ser tambin lanzadas al agua.

    Todos a las armas; aprestad los arcos! grit Oashis.

    En un minuto, los veinte arqueros y los doce guerreros reales estaban con suequipo completo acurrucados tras las amuras. Ankor arrebat un arco y flechas de lamano de un marino y fue a apostarse a popa junto a Oashis.

    Qu haces, Pequea Serpiente?

    No te preocupes, Oashis; tengo muchos ejercicios de arco realizados y no soy

    mal tirador

    Me permito recordarte, oh, Ankor!, que jams debes derramar sangre

    El anciano Magur estaba a su lado, sonriente, pero severo.

    Magur! Es que acaso esos malditos adoradores de las larvas sutiles(demonios malditos), los execrados hechiceros, tienen verdadera sangre en sus tubos?No sern como los insectos y gusanos?

    Has visto a tu padre matar un gusano? preguntle el anciano.

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    Ankor hizo un gesto de impotencia y arroj el arma sobre la cubierta,dirigindose a proa silencioso.

    Es un verdadero Hijo del Sol. Tiene todos los valores dentro! comentOashis.

    Mas debe abarcarlos sin or ninguno en especial respondile dulcementeMagur.

    Oashis se encogi de hombros. Estaba nervioso e intranquilo. El oleajeaumentaba a medida que se acercaba el crepsculo.

    De pronto, una exclamacin de alegra reson en la barca solar. Una de lasbarcas del Sur, alzada por una ola, haba sido volcada luego de dar varias vueltas en unvrtice de agua.

    Las otras dos, semihundidas, trataban de volver al barco

    Tu padre nos protege, Ankor! grit Oashis. El peligro de las barcas hapasado!

    Mas otro peligro mayor los amenazaba: el mar, cada vez ms turbado. El jefe deguardias orient el navo de proa al oleaje, y lanz las piedras de anclaje: una, dos,tres todas las que quedaban a bordo. Cada una tena forma de paraleleppedo alargadoy un peso aproximado de doscientos kilogramos. Tenan en su parte media, fuertemente

    fijado, un arco de bronce inalterable, y la disposicin de los extremos de la barra hacaque esta se atrancara fcilmente al fondo, por lo que casi nunca se recobraban.

    Di, Oashis, por qu no intentamos salir a mar abierto? No ves que la navede los negros cort amarras y se aleja? Ya est anocheciendo

    No, Pequea Serpiente; con tales olas sera un suicidio intentar mantenerse sinanclajes; la nica probabilidad de sobrevivir a esta noche es fijando el buque almximo

    Diciendo estas palabras, Oashis ech una larga mirada sobre los ocho gruesoscables de fibras que retenan la nave y exhal un suspiro de tranquilidad. Volvientonces su atencin hacia los marineros, que murmuraban en el puente, dando sealesde intranquilidad. Ankor, que tambin los haba visto, toc el brazo de Oashispreguntndole:

    Qu les pasa a los marinos, buen Oashis? Mucho me temo que los aterroricenesas historias de los genios malignos de esta zona

    Qudate aqu, seor! Ir a ver

    Oashis hizo una seal, y de los seis hombres de la Guardia Real queconstantemente acompaaban a Ankor, destac a dos para que le secundasen. Baj al

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    puente, habl unos minutos con el piloto, luego con los marineros y regres a la casetade proa junto a Ankor.

    Tus hombres dicen, oh, Serpiente Solar!, que a ningn dios maligno ni geniocreen ms poderoso que a la divina Serpiente que llevan en el buque; pero les preocupael aspecto del cielo, y creen que sobrevendr tormenta. Dado lo relativamente pequeode la embarcacin y la multitud de escollos que nos rodean, opinan que, en tal caso,nuestra muerte es segura. Me han dicho tambin que estn discutiendo para hallaralguna industria con que mejorar la situacin. La opinin del piloto la haba yaconsultado hace una hora, cuando hice arrojar las piedras

    Fiel Oashis, procura disculpar mi desconfianza, pero temo que, si sobrevieneninstantes crticos, esos hombres se desesperen y hagan alguna cosa descabellada.

    Si ello te tranquiliza, har que la Guardia los arroje al mar

    No es para tanto, no! Simplemente, estoy intranquilo.

    Desde ya les he avisado, seor, que la ms mnima falta de disciplinaacarrear la muerte del sedicioso inmediatamente.

    T siempre piensas en todo!

    Yo slo pienso en el glorioso trabajo que me encomend la Gran Serpiente, tupadre

    Qu ser de mi padre, Oashis? Habr ya dejado esta cscara fsica?

    No lo s, Pequea Serpiente

    Magur puede saberlo; tal vez lo sepa, mas no quiere decirme nada y extremasu indiferencia al respecto.

    Mientras as conversaban, el piloto de a bordo, hombre joven, enrgico, msbien bajo y grueso, haba hecho atar fuertemente el gran remo curvo rematado en formade cola de pescado en bronce endurecido, que serva de timn, y cerrar todas lasescotillas.

    Oashis, al ver la tormenta como cosa ya segura, haba abandonado a Ankor yseguido a los otros seis hombres de la Guardia Real, desarmando a los marineros yencerrando todas las armas en la pequea cabina. Esta medida produjo cierto malestaren los hombres, pues la consideraban una afrenta a su fidelidad al Hijo del Sol; mas laexplicacin de Oashis de que eso se haca para que ninguno cediese a la tentacin decortar las amarras, junto con la muda amenaza que leyeron en sus ojos acerados,lograron la ms completa obediencia y tranquilidad. As que hubo visto todo normal, el

    jefe de guardias distribuy a sus hombres y volvi junto al Prncipe; pronto se les uniMagur, preguntando:

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    Fiel Oashis, no se podra utilizar el pequeo bote de que disponemos parasalvar al Hijo del Sol?

    No, venerable anciano! Ningn bote tardara ms de un minuto en hacersepedazos sobre las piedras que emergen en las cuatro direcciones; adems, ya es casi denoche y los escollos se tornan totalmente invisibles, aun de muy cerca

    Magur mir largamente los ltimos reflejos de luz en el horizonte y, volvindosea Ankor, le dijo:

    Nada temas, Serpiente Solar; maana estars en el templo de Kuum.

    Si t lo dices, sabio Magur

    El anciano, sin pronunciar ms palabras, entr en la pequea cmara quecomparta con Ankor.

    Ve con Magur, seor. Mira cmo las olas comienzan a barrer los puentes ycmo la barca se endereza sobre sus extremos; dentro de poco va a ser muy difcilmantenerse aqu

    Esta vez no seguir tu consejo, buen Oashis. Permanecer a tu lado en popa;me gusta la tormenta y no la temo.

    Oashis sonri con mal disimulado orgullo y exclam:

    Eres digno hijo de tu padre!

    Calla, Oashis! No hables de mi padre! Cunto habr sufrido!...

    Poco a poco, las olas se fueron haciendo ms y ms altas. La oscuridad completaque ahora los rodeaba pareca expresarse en el sordo tronar del agua contra las rocas.Ahora podan sentirse claramente las tremendas sacudidas de los cables de anclaje, y elligero navo por momentos pareca querer rodar sobre las espumosas olas.

    Ankor permaneca junto a Oashis en la caseta de popa, sostenido fuertemente delos hombros por dos de sus guardias, pues las avalanchas de agua que cubran moment-

    neamente la cubierta y fustigaban las casetas, amenazaban arrancarlos de all. Elprncipe, al igual que todos sus compaeros de aventura, se haba despojado de todacota metlica o peso que pudiese entorpecerlo en caso de tener que nadar; solo laGuardia Real mantena sus espadas de bronce endurecido en la cintura.

    Una tupida llovizna se hizo presente y grandes relmpagos empezaron aalumbrar fantasmalmente la trgica escena. Una sacudida ms fuerte que las otras y unaviolenta inclinacin del casco hicieron exclamar a Oashis, sealando:

    A proa deben de haber cedido los cables de ese flanco!

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    Han cado algunos hombres al agua! agreg uno de los guardias.

    No podemos hacer nada, Oashis?

    No, Pequea Serpiente; es materialmente imposible andar por el puente y esoshombres estarn ya muertos, muy lejos del barco.

    Es el fin, Oashis! murmur Ankor.

    Como al conjuro de estas fnebres palabras, un terrible golpe rompi las amarrasque quedaban a proa, y la nave, con la popa como punto fijo en el agua, gir sobre suflanco derecho embarcando toneladas de agua y quebrndose el nico palo, quedesapareci en las tinieblas.

    El agua embarcada fue escurrindose por los agujeros de las bordas, y ya loshombres de popa pudieron hablar.

    Encomindate al Sol, sagrado Ankor! Poco resistirn los cables de esteextremo, y a la luz de la batalla en el cielo puedes ver que, a proa, se alza un isloteerizado de puntas

    No tengo miedo, Oashis. Mas di: qu es aquel bulto negro que sobre cubiertase arrastra hacia aqu?

    No puedo ver, Prncipe, pero me parece ver a un hombre aferrado a las amuras

    y luchando contra las olas Ir a ver!No, Oashis, te matars y yo te necesito. Mira! Es Magur!

    S, es Magur! gritaron los otros tres hombres.

    Antes de que nadie se lo prohibiese y aprovechando la sorpresa, Ankor sedeshizo del abrazo de sus guardias y corri, aferrndose a las amuras, hacia dondeestaba su Maestro. Oashis dio un grito de terror y en un salto de tigre cay sobre Ankor,rodando ambos al puente inferior, en el instante en que una ola se llevaba a uno de losguardias que estaba a medio descender, en la escalera. All quedaron acurrucados hastaque el anciano se les reuni.

    Ests bien, Hijo del Sol?

    S! Y t, noble anciano? Por qu has salido de la cabina?

    Para estar junto a ti, Pequea Serpiente; el fin se acerca y debo estar junto ati

    Los tres hombres, a los que se haban sumado cinco de los guardias,permanecieron largo rato en silencio, aguardando, hasta que sucedi lo inevitable.

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    Los anclajes cedieron, y el barco, luego de cabalgar unos segundos en la crestade una ola, fue a estrellarse contra el islote con tan enorme violencia que todo el tercioanterior salt en astillas, mientras que el resto, dando una vuelta completa en el aire,pas sobre las rocas y sigui con la ola ms all.

    Ankor, en el impacto, se sinti proyectado a varios metros de altura y luego caeren la turbulencia rugiente de las aguas. Semiasfixiado, casi inconsciente por efecto delgolpe, manote desesperadamente hasta hallar un pequeo madero que al menos lepermitiera un relativo apoyo.

    Trat de mirar a su alrededor y de gritar, mas la oscuridad y el fragor hicieronintiles todos sus esfuerzos. Suba y bajaba, era lanzado hacia adelante y atrs avelocidades fantsticas, y pens que el menor contacto con una roca le hara pedazos.

    Pocos minutos estuvo en esta situacin, pero a l le parecieron siglos.Repentinamente, en una de sus cadas al fondo siguiendo una ola, sus pies dieron sobrealgo mullido y resistente; de nuevo fue alzado, y esa vez cay violentamente de brucesen una playa donde no faltaban guijarros que le desgarraron la piel en varios lugares.Atontado, permaneci all un instante, mas un nuevo golpe lo proyect hacia adelante,sufriendo nuevas heridas. Trat entonces desesperadamente de llegar a un paredn derocas que, a la luz de los relmpagos, se vea a pocos metros; y, una vez all, se ech alamparo de un saliente de piedra.

    Ankor se dedic entonces a ordenar sus pensamientos y a fijar su vista, buscando

    a alguno de sus hombres que, como l, hubiese sobrevivido. La tormenta comenz adeponer su furia, y poco a poco disminuy el tremendo fragor de su oleaje.

    Ankor se arrastr fuera de su refugio y, sin atreverse a alzarse, a gatas, recorriun corto trecho hacia el mar. All permaneci ms de media hora, aterido en cuerpo yalma, cuando un bulto negro y brillante se destac en la espuma, quedandoprcticamente incrustado en la arena. Ankor corri hacia l, pero una ola lo rechaz,rodando nuevamente; se alz, y entonces vio a su lado, tirado, con las ropas desgarradasy el rostro deshecho en heridas, a su maestro Magur. Este fij sus ojos en el joven y soloun ronquido pudo exhalar, contorsionndose dolorosamente. El Prncipe lo tom de lasropas y lo arrastr trabajosamente hasta su refugio.

    Ankor! Hemos muerto para que t vivas, Serpiente Solar. Nunca dejes devivir! As nosotros viviremos contigo

    Magur! Bueno y sabio Magur!

    El anciano ya no pronunci ms palabras, sino un sordo ronquido que, de cuandoen cuando, surga de sus labios. Ankor le interrog sobre Oashis, y trat de ayudarlo aincorporarse; pero Magur, vctima de terribles lesiones internas, con el pecho hundido ylas piernas rotas, solo alentaba unido a su vehculo fsico por una voluntad superior y unlargo entrenamiento sobre el dominio de sus energas.

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    En el oriente, poco a poco, fue surgiendo la claridad rosada que anunciaba eladvenimiento de un nuevo da. Ankor, que haba permanecido aletargado por elcansancio y el dolor, se puso de pie trabajosamente y mir a su Maestro. El anciano,horriblemente desfigurado, an respiraba Una mirada en torno le dijo que estaba enun islote bastante grande, muy prximo a tierra firme. El mar, aunque an seguaintranquilo, no poda compararse al de la vspera, y el cielo estaba casi despejado. Elislote tena una superficie de unas dos hectreas y su altura sobrepasaba en algunospuntos los treinta metros, por lo que Ankor no not la extraa embarcacin ovalada queencall en las playas que daban hacia tierra.

    Unos pasos rpidos sobre la arena le sobresaltaron; quiso correr a su encuentro,mas sus pies no le obedecieron y cay dolorosamente. Alzndose sobre sus rodillas viovenir hacia l, corriendo sobre la playa, a dos jvenes de unos veinte aos de edad, altosy delgados. Vestan un sayal de cuero y una tnica corta de lana blanca. Sus pechosestaban cruzados por dos bandas de hilos de oro unidos en un Sol central del mismometal; en las cabezas llevaban sendas fajas de hilados de oro que sostenan, sobre lafrente, la reproduccin de una lengua de fuego hecha en un cristal blanco-lila, deextraos reflejos tornasolados.

    Al llegar a pocos pasos de Ankor se detuvieron y lo observaron fijamente. Untercer personaje, dos veces ms viejo que los anteriores, tocado nicamente con unaamplia tnica blanca y un casco de oro imitando un ave con un brillante ovoide en elpico, se acerc apoyndose en un largo y labrado bculo de madera amarillenta. Mir al

    joven prncipe y le pregunt:

    Eres el que esperamos?

    Soy Ankor, hijo y discpulo de la Gran Serpiente Solar. Sois del templo deKuum? Id por mi Maestro, pues creo que agoniza!

    Es l dijo el del bculo a los jvenes, y estos ayudaron muyrespetuosamente a que Ankor se incorporase sobre sus magulladas piernas. El otroenviado de Kuum que, a juzgar por su indumentaria, era un Iniciado en los MisteriosCsmicos, divis a Magur a veinte pasos de distancia y fue rpidamente hacia l.

    Ankor, seguido de los dos jvenes, quiso aproximarse, mas un gesto delsacerdote le oblig a permanecer alejado.

    El anciano Magur abri los ojos al sentir las manos del otro sobre su corazn;cambi algunas palabras con l y le entreg algo que sac de su seno, algo muypequeo que el Iniciado se apresur a guardar, sin que Ankor pudiese distinguir formani color. Intuy solamente que se trataba de una joya mgica relacionada con l. Luego,el sacerdote de Kuum retir las manos del pecho de Magur, tomando las suyas unosminutos; cruz los brazos del anciano sobre el pecho y estuvo otro instante con laspuntas de sus manos en los codos del agonizante. Por ltimo, le apoy la palma de lamano en la frente y le cerr los ojos. All permaneci sentado en la arena por espacio de

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    ms de un cuarto de hora, hasta que se volvi lentamente y, encaminndose haciaAnkor, que haba observado todo anonadado, recostado sobre el paredn de rocas, ledijo:

    Pequea Serpiente, tu bondadoso y sabio instructor acaba de abandonar suforma fsica; tienes ahora en l un gua ms libre y poderoso Ha desencarnado con tunombre en los labios

    Ankor intent correr hacia el cuerpo, ms el Iniciado se lo prohibi diciendo:

    Quieto, Prncipe! Nada puedes hacer por l; no turbes este momento siempreembarazoso aun para las almas sabias. Djale en paz y procura estarlo t tambin.

    Dichas estas palabras se llev una pequea caracola de oro a sus labios, la hizosonar y al instante un grupo de seis hombres jvenes, en apariencia guerreros, llegaron ala carrera. El color de su cuerpo era ms oscuro que el de los anteriores y llevaban unacota de cuero gruessimo que les cubra hasta las rodillas, un casco de bronceendurecido tocado con cintas de gnero blanco y una especie de botas bajas de resinasolidificada sobre armazones de fibras. Por todo armamento, si es que a esto podadrsele tal nombre, llevaban una larga prtiga de madera en la mano y un pequeocuchillo de hoja muy ancha en la cintura.

    El Iniciado hizo una sea y los dos jvenes que lo acompaaban fueron a pararsea un par de metros del cuerpo de Magur. Los otros seis se le acercaron, y entonces ltom a Ankor del brazo y le gui por la playa.

    Aguarda, sacerdote! Yo no he llegado solo con Magur; me acompaabantambin otros hombres, entre ellos, Oashis, jefe de la Guardia Real. Te ruegoinvestigues en los alrededores

    Eso es lo que estn haciendo otros hombres adems de los que ves, pero tedigo desde ya que no queda uno vivo.

    Los ojos clarsimos del sacerdote refulgieron en una luz azul, infinitamenteprofunda Luego, su voz se escuch clara y dulce.

    Es muy difcil para los hombres, oh, joven Serpiente!, escapar en un instantea los lazos que forjaron a travs de los ciclos milenarios.

    Hablas como mi padre! Qu se habr hecho de l?

    A su debido tiempo lo sabrs

    Ankor, que cada vez vacilaba ms al andar, tropez, y a no ser por la ayuda delIniciado, hubiese cado al suelo. Solcitamente los hombres de la escolta se lesacercaron y, tomando a Ankor por las axilas, lo llevaron hasta la extraa embarcacinencallada pocos pasos ms all. Era de forma ovalada, de unos diez metros de largo porcinco de ancho, de fondo chato, altas amuras, sin proa, popa, palos ni remos; toda ella

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    estaba construida en una sola pieza de bronce endurecido, aleacin metlica que, a pesarde su acerada dureza y elasticidad, era relativamente fcil de trabajar en las fraguas-laboratorios y casi tan liviana como el aluminio3. La tripulaban otros cinco jvenescomo los que servan de escolta.

    Cmo es que no tiene remos? Aprovechis en esto tambin las fuerzas delsol o del rayo? pregunt Ankor al sacerdote.

    Veo que te han hablado algo sobre los Misterios del templo de Kuum,Pequea Serpiente; mas esta barca no tiene nada de ello; la aplicacin de esas energasno es cosa fcil. Ante los enigmas que te presenta la vida, recurdalo, imagina siemprelo ms simple y directo, y tendrs mayor probabilidad de acertar. Esta barca esimpulsada, sencillamente, por largas varas de madera que los guardias asientan en el

    fondo y los peascos que nos rodean. Ello lleva a un mnimo los peligros de lanavegacin en esta difcil zona.

    Una vez que Ankor fue ayudado a subir en la embarcacin, vio que esta tenauna especie de segunda amura que la divida en una zona externa en forma de anillo yotra central circular, que ocup con el bondadoso Iniciado, mientras que los guardia-marineros maniobraban por el pasillo anular que los rodeaba, forcejeando con largasvaras para alejar la nave de las rompientes.

    Ankor se senta desfallecer; la fatiga fsica, emocional y mental haban hecho del un autmata. El Iniciado le ayud a acostarse en las esteras del fondo de la nave y,

    colocndole la mano derecha sobre los ojos, le dijo con voz infinitamente serena:Duerme, Ankor, si as lo deseas; duerme, no temas nada Duerme

    Al joven prncipe le pareci que toda tormenta haba pasado y que se elevabapor un rayo de sol filtrado entre las nubes...

    3 Con un material parecido, pero ms imperfecto, perdida ya entonces la verdadera frmula, es con el quealgunos pueblos de la Antigedad histrica, incas, griegos y romanos, forjaron ciertos utensilios yespadas, los que, a pesar de conservarse muy pocas piezas, llamaron poderosamente la atencin de losinvestigadores y asombraron al mundo de la ciencia qumica, pues los elementos componentes estncombinados en proporciones hoy no factibles, indicando esto que fueron construidos variando la valenciade los elementos, y, por ende, sus propiedades.

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    A TAL MAESTRO, TAL DISCPULO

    Insensiblemente, el pequeo Hijo del Sol fue despertado, y la primera sensacinfsica que capt fue la blandura sobre la que se apoyaba su nuca y lo confortablementeque reposaba todo su cuerpo.

    Abri los ojos y vio sobre l un techo artesonado de mrmol blanco; por unsegundo crey estar en el palacio de su padre, mas pronto not que los grabados deltecho eran mucho ms simples y austeros, sin representaciones de genios ni divinidades,sino solo figuras geomtricas.

    Tambin la habitacin era ms pequea. Una mano suave y clida se apoy

    sobre su brazo derecho. Ankor volvi la mirada hacia ese lado y vio al mismo sacerdotedel salvamento, que lo miraba sonriente. Sin ninguna prenda en la cabeza, podan versesus cabellos negros, que le llegaban a los hombros, contrastando con su barba muycorta, tambin negra.

    Cmo te sientes, Ankor?

    Bien Sacerdote Cmo te llamas?

    Sarhimar Puedes llamarme Sarhimar He sido destacado para tueducacin directa y yo ser tu pequeo Maestro por varios aos

    Hermoso nombre! Dime, hallasteis a Oashis o a alguno de mis hombres convida?

    Te dije que estaran todos digamos muertos. El cadver de Oashis y losde algunos de tus hombres han sido hallados y hecho el ceremonial correspondiente ensu ayuda; lo mismo hicimos con tu maestro Magur. Sabes, Pequea Serpiente? Unavez l tambin pas por aqu y estudi largos aos

    Estoy en Kuum, verdad?

    Estamos en una dependencia del templo de Kuum respondile Sarhimar

    sonriendo misteriosamente.Ankor mir entonces mejor a su alrededor. Ocupaba una cama grande,

    directamente apoyada en el suelo, sin gradas como en su palacio y, a pesar de ser todohermoso a su alrededor, la simpleza de lneas y la sencillez reinaban en todas partes;todo era blanco y geomtrico, mas sin aristas cortantes ni cambios bruscos de lneas,sino concepciones armnicas y puras.

    Todo es misteriosamente hermoso aqu; ya no me duele nada; todo parecehaber sido una pesadilla Dime, sabio Sarhimar, he pasado muchas horas en estelecho?

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    Tienes un cronmetro al costado de la cama.

    Cmo es esto posible? Si mal no recuerdo, cuando sub a la barca de bronce,el sol estaba ya un buen trecho sobre el horizonte, y all la columna de lquido coloreadome dice que solo han pasado cinco horas desde el comienzo de la jornada Si esto esas, an no ha amanecido Es qu acaso estuve casi veinticuatro horas dormido?

    Sarhimar ri alegremente, diciendo:

    Ah, querido prncipe! Esperaba tu sorpresa, pero an te falta una ms: hacecasi ciento veinte horas, por poco cinco jornadas enteras, que t, o mejor dicho, tuvehculo fsico, permanece reponindose en esa cama.

    Tanto? Y para qu tantas horas de sueo?

    A su debido tiempo sabrs sobre ello; todo lo que puedo decirte es que, si bienen la vida normal unas pocas horas de sueo son suficientes, en caso de fuertestraumatismos en los cuerpos fsicos, emocional o mental, el reposo en estado de sueoes una verdadera panacea, un regalo de los dioses.

    Al abandonar tu parte fsica evitas los choques que por causas no naturales seestablecen entre tus distintos vehculos y permites una mejor reposicin armnica detodos ellos, y muy especialmente del fsico. El genio que rige su economa anatmico-funcional se encuentra libre entonces de las presiones psquicas, y puede llevar el ritmoadecuado, ritmo que nosotros, cuando ocupamos este delicado vehculo, rompemos a

    cada instante, acelerndolo o retardndolo, alimentndonos mal y respirando peor.

    Cinco das! Qu extrao!

    Tu Maestro te habr hablado ms de una vez de las curas por el sueo. Dequ te extraas tanto?

    No es por eso, sabio Sarhimar; en verdad, mi maestro Magur me habl en unaoportunidad con casi tus mismas palabras, pero me extraa el no sentir sed ni hambreCuando me recogisteis haca veinticuatro horas que no probaba bocado, y la mitad queno beba una sola gota de agua Cmo habis hecho para que, a pesar de los cinco

    das?No te cansan mis explicaciones, Prncipe?

    Al contrario, las necesito y me agrada la manera amable con que me las das.

    Bien, es muy sencillo: te hemos alimentado, mejor dicho, sobrealimentado,durante este tiempo, y la falta de desgaste de energas, que es otra cuestin de la vidapuramente vegetativa, robusteci la fortaleza de tu organismo.

    Me habis alimentado con jugos alqumicos, cargados de energas solares?

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    No exactamente eso Te administramos, s, gran cantidad de jugos vegetales,pero con sus cargas electromagnticas y energticas normales. Los alternamos conpequeas pastillas de alimento concentrado, especialmente minerales, que dejbamosdisolver en tu boca. La energa solar la ha dado, directamente, mi corazn al tuyoPuedes comprender?

    S, sabio Sarhimar, aunque no del todo. Algo me ense al respecto Magur; elcorazn es un sol en miniatura y sus cargas son las mismas Tambin me ense queambos regulan e impulsan las energas para sus respectivos cuerpos, y que el cuerpopara el cual el Sol acta como corazn es el sistema planetario y todo lo que entra en sumedio de accin.

    Veo que eres tan buen discpulo como esperaba, Pequea Serpiente; mucho

    has aprovechado en tan breves enseanzas.

    El sabio y buen Magur sola decirme que a los nios es bueno ensearles unpoco de cada cosa para que luego ninguna instruccin los sorprenda ni parezcainaccesible As, oh, maestro Sarhimar!, llenaron mis horas la Botnica, la Historia,Qumica, Fsica, Alquimia, Astronoma, Astrologa, Psicologa, Geometra, Msica,Magia, y mil ciencias y artes ms, que unas veces a regaadientes, otras con avidez,beba de los labios de mis maestros, de mi sabio padre, o bien directamente de losescritos correspondientes.

    Aqu tendrs oportunidad de profundizar todo eso, y de actuar en Religin, el

    realizarse del hombre con la Divinidad. Llegars a ser una Gran Serpiente Solar como tupadre.

    Tus palabras inflaman mi alma!

    Inflaman! Has dicho inflaman! Mi pequeo Prncipe, ese es el verdaderodestino y el medio del hombre: el Fuego; mas las formas cambiantes y engaadoras quepululan en la fra agua nos confunden y, a veces, al ver reverberar una roca sumergida,la creemos el sol y nos estrellamos contra ella. Pero t has de saber, oh, Ankor!, que elverdadero Sol, sin forma ni atributo humano, solo se alcanza en la ascensin directa,ms all de toda corporeizacin y de toda sombra l es toda e informe Luz

    Una dicha indecible llena mi corazn!... Ya amaneci? Me permitiras?

    Ofrendar a la Divinidad? Perdona que te haya interrumpido, querido Ankor,pero ya te haba preparado todo. Mira dijo el sacerdote sealando una pequeamesilla de madera de incienso.

    Ankor fue hacia ella y encontr perfumes y utensilios de los empleados para losoficios religiosos. Tomndolos en una bandejita de oro construida con la formageomtrica de una de las representaciones del campo energtico solar, se dirigi a suMaestro y le pregunt:

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    Dime, oh, Sarhimar!, podr salir a un lugar descubierto? Por suerte, veo atravs de esa pequea ventana que an reinan las tinieblas y tengo tiempo de dar labienvenida al Rector de la Vida.

    Esta ser tu alcoba, Ankor, y ese lugar no poda faltar de ninguna manera.Ves esa portezuela de mrmol tallado casi disimulada en los grabados de la pared?Oprime el sol de oro que le sirve de centro y se abrir a tu terraza; es exclusivamentepara tu uso personal Sera dichoso si te agradase

    Gracias, Sarhimar! De lo ltimo estoy seguro

    El joven fue hacia el lugar indicado, apret el smbolo y, con rapidez, ocultosresortes abrieron la pesada puerta hacia fuera. El aire helado de la noche le hizo

    estremecer bajo la liviana tnica amarilla que lo cubra hasta el suelo. Se cruz debrazos y, restregndose el pecho enrgicamente, avanz hasta una balaustrada demrmol blanco que se destacaba al fin de la azotea, treinta pasos ms adelante.

    Desde lo alto de la noche, los mil ojos de la eternidad mirbanle fijamente;miradas de seres csmicos expresaban sus vehculos fsicos plenos de luz y energa.Apoyadas las manos en el mrmol del parapeto, Ankor vea ante s, a pocos metros, elmar que, rugiente, se haca blanco al ser herido por las rocas.

    Pasado ese divino momento de contemplacin en que su alma poderosa absorbiel mensaje del universo como las races de una planta joven los jugos vitales de latierra, el joven prncipe apreci los detalles de la construccin que habitaba. No eraprecisamente el gran templo divisado desde el barco, sino una construccin muchomenor, a unos cinco kilmetros de este. La terraza se alzaba a unos quince metros delsuelo y sobresala del resto del edificio, de lneas cuadradas y ciclpeas.

    Se volvi entonces hacia la puerta de mrmol labrado, pero la hall cerrada;enfrente, la pequea mesita de incienso con la bandeja de los perfumes lo aguardaba.Sarhimar, luego de disponerla as, haba desaparecido. Tiempo haca que la PequeaSerpiente no se entregaba a los sagrados oficios. l, que solo haba vivido para ellos ypara el estudio, se haba visto forzado a pasar varios das de angustias y fatigas quehubiesen aterrorizado el ms fogueado guerrero de la Guardia Real.

    Ya haca una hora que Ankor estaba en tal sacrificio cuando el primer rayo deluz directa se asom entre dos picos de las montaas lejanas; todo el mar, cubierto detenue bruma, respondi en un solo y multiforme brillo. El joven observ todo extasiadoy luego verti ciertos jugos en la pequea nfora que contena tierra.

    As reverberan las almas, diferencindose a la llamada de la Causa la vozde Sarhimar reson augusta y misteriosa a sus espaldas. Volvise lentamente y vio alsacerdote, resplandeciente, con una amplia tnica de hilos de oro que le cubra entero,menos la cabeza, en la que llevaba el mismo casco con que lo viera Ankor seis dasantes. Sus brazos se alzaban con las palmas de las manos hacia delante, en la posicin

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    de saludo que tanto conoca el joven. Poco a poco se le acerc y, cubrindolo con unapesada capa, le pidi que se retirase ya a su alcoba.

    Tienes razn, sabio Sarhimar; siento mi cuerpo algo fatigado y con fro. Pero,sabes?, nunca mi alma estuvo tan bien

    Sarhimar le contest con una larga y bondadosa sonrisa, al tiempo que dos de loshombres de cota de cuero entraban para llevarse la mesa y los perfumes.

    Una vez que traspusieron la entrada, Sarhimar aconsej al prncipe que seacostara y reposara un par de horas.

    Cuando despert, an no haba llegado el sacerdote, por lo que Ankor salt dellecho, se envolvi en una gruesa manta rosada y se dirigi a la puertecita que daba a laterraza. Hizo funcionar el mecanismo y, trasponindola, el sol lo ba ntegro en susamorosos rayos.

    El Prncipe estuvo unos segundos con los ojos entrecerrados, disfrutndolo y,luego, march hacia la balaustrada y se qued contemplando los alrededores. Aquello,ms que un sueo hecho realidad, era la realidad transformada en un sueo.

    El cercano rugir de las aguas del ocano Atlntico absorba toda otra percepcinsonora, lejos del mundo de los hombres vulgares. El mar se vea libre y tranquilo hastaunos dos mil metros de la costa: pero, ms all, una ancha barrera de peascos leseparaba del horizonte. Esa zona de peascos, Ankor la conoca muy bien A sus

    lados, una tierra riente en verdes colinas matizadas con espesos bosquecitos de pinos,riachos, estanques artificiales, senderos, templos como el que ocupaba.

    Haba unos veinte de ellos, separados por distancias no menores a los trescientosmetros, unos pocos sobre el mar, y el resto desparramados por las praderas, bordeandolos riachos o estanques.

    Hacia el oriente, lo poco que permitan divisar las paredes de su alojamiento ledeca de una zona montaosa a no muchos kilmetros de distancia. Mas lo principal yms impresionante de ese magnfico paisaje, donde los artistas divinos, a travs de losngeles primero, y de los hombres despus, haban desparramado tanta belleza, era el

    cuerpo principal del templo de Kuum.Al pie de las montaas, grande l solo como una pequea ciudad, era el mejor

    monumento concebible a la concepcin de lo gigante y de la eternidad. A pesar de ladistancia que mediaba ante l, la Pequea Serpiente pudo divisar sus torres piramidales,sus azoteas construidas sobre azoteas, los muros altos y recios como acantilados.Jardines decorados con mrmoles, estanques y otros edificios menores lo rodeaban.

    A unos trescientos metros, aproximadamente, lo circundaba un muro de nomenos de treinta metros de alto y la mitad de espesor, fosos y dems defensas. El oro,los esmaltes y el mrmol blanco refulgan en sus torres de ms de cien metros de altura.

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    Largo rato qued el joven gozando de tal vista y de la estimulante, aunque algofuerte, brisa que le llegaba del mar.

    El ruido de unas sandalias metlicas sobre las losas del piso le hizo volverrpidamente, y se encontr con Sarhimar, quien, vistiendo ntegramente de amarillo, lesonri afectuoso.

    Veo que la pereza no tiene albergue en ti, divino aspirante a los Misterios

    Eres demasiado bueno conmigo, sabio Maestro; estaba gozando de tantabelleza y tratando de guardar un poco en mi corazn.

    Hoy te llevar a conocer algunas dependencias del Gran Templo; puedes ir atu cuarto, donde te esperan los dos hombres a tu servicio. All hallars ropa adecuada yalimentos.

    As hizo Ankor; media hora ms tarde se presentaba en la terraza con una tnicaparecida a la de Sarhimar, aunque mucho ms ornamentada en oro y pequeas piedraspreciosas.

    Su instructor le observ sonriente y luego le indic que penetrase de nuevo en laalcoba; de all, tras andar por algunos corredores, salieron hasta uno de los flancos de lacasa.

    El joven vio un sencillo palanqun abierto, de metal liviano, que atendan ocho

    hombres: dos delante, dos atrs, y otros tantos a cada lado. Adems, aguardaba otropersonaje con algn alto cargo administrativo, a juzgar por el sol de oro que mostrabaen medio de su tnica color arena y de la cinta metlica azul que cea sus sienes. A estelo rodeaban media docena de guardias.

    Honorable Swamoa, esta es una Pequea Serpiente, hijo y discpulo de laGran Serpiente dijo Sarhimar sealando al nombrado.

    Salve, Serpiente Solar! dijo Swamoa, en medio de una profundareverencia. Conoc a tu sagrado padre, y ese recuerdo ennoblecer siempre mis

    jornadas. Bienvenido seas al templo de Kuum.

    Gracias, noble hermano; que los Seores de tu senda te sean propicios y lavoluntad de mi Padre sea contigo!

    Ya podemos salir, honorable Swamoa?

    S, oh, sabio!; lleva a la Pequea Serpiente por las cuevas y caminos.

    Sarhimar se adelant entonces con Ankor, y ambos tomaron sitio en el cmodo yliviano palanqun. Swamoa hizo una sea, y cuatro de sus seis guardias encabezaron lapequea comitiva. l se qued con los brazos cruzados mirando cmo se alejaban ysonriendo extraamente. El joven prncipe pens que haba algo de escepticismo en su

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    sonrisa. Not tambin, con cierta sorpresa, que el paso de los hombres era vivsimo y, apesar de no ser muy robustos, tenan una fuerza y una resistencia increbles.

    Lo que desfilaba ante los ojos de Ankor era estupendo, aun para l, tanacostumbrado a la hermosura y la grandiosidad. Jardines rebosantes de flores,enmarcados por senderos de mrmoles multicolores, bancos, estatuas, monumentalesfuentes, templos y palacios; en fin, toda aquella armona que, poseyndola las cosas, lasdiviniza, haciendo que tengan algo en comn: lo hermoso

    Esto parece hecho por los dioses! coment el joven.

    Si con ese nombre te refieres a los distintos aspectos con que la Divinidad senos manifiesta, puedes decir, oh, Pequea Serpiente!, que es obra de los dioses

    No acabo de comprenderte, sabio Maestro.

    Trata de penetrar en mis palabras Las palabras no son ms que los burdosportales de las Ideas que habitan sus Mansiones. T has estudiado la constitucin delcuerpo humano, verdad? Has estudiado, al menos, los rudimentos?

    Desde hace aos estudio la forma, la energa y la funcin de este cascarn,sabio Sarhimar, pero es muy escaso lo que pude aprender

    Bien, pero t sabes que tu mano, por ejemplo, est formada por millones ymillones de seres apresados en una estructura energtica que le da su forma, y que cada

    uno tiene una relativa vida independienteS, eso lo s

    Ahora imagina por un momento que esos pequesimos seres tuviesen lafacultad de razonar; dtalos de mente por un minuto. Al esculpir t una estatua, podrnellos, bien por separado o en conjunto, decir: yo esculp aquel grano de piedra,nosotros construimos, con nuestra propia presin y fuerza, esta estatua. Pero ellosestaran en un vanidoso error, pues si ellos te fueron necesarios y hasta imprescindiblesen ese momento, la inteligencia creadora y armonizadora de esas formas fuiste t. Fuetu alma, a travs de sus pequeas almas, la que, sirvindose de sus cuerpos, form en

    conjunto el tuyo. As, querido Ankor, los miles de hombres que construyeron, en lejanostiempos, estas bellezas, estaban todos posedos y dirigidos por la Divinidad que losimpulsaba y a la cual servan. Me has comprendido?

    Mucha es tu sabidura, noble Sarhimar, y pobre mi capacidad; mas creohaberte comprendido en lo que me instruiste

    Tampoco esta sabidura es ma; pero a su debido tiempo lo sabrs.

    As lo espero y lo deseo

  • 8/3/2019 Livraga Jorge - Ankor

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    ANKOR, EL LTIMO PRNCIPE DE LA ATLNTIDA

    JORGE NGEL LIVRAGA

    Pgina 34 de 169Cortesa de Nueva Acrpolis Espaa,www.nueva-acropolis.es

    para la Biblioteca Upasika

    Sumidos en este y otros temas, transitaban Ankor y Sarhimar entre un mundomaravilloso, pero desierto. Not esto el joven, y pregunt:

    Di, sabio Maestro, es que somos, al menos en este momento, los nicoshabitantes de la ciudad-templo de Kuum, que, en mis clculos, deba albergar variosmiles de almas?

    Te sorprende que nadie salga a tu paso ni figure a tu vista, verdad, Prncipe?

    Por cierto, me extraa mucho, y mi extraeza ha llegado al lmite, pues acabode ver en un claro del bosquecillo algunas flautas y relucientes tablillas escritas, hechasde cobre: seal de que varias personas han estado all hace horas, tal vez minutos, y quese han retirado, al parecer precipitadamente Maestro, es que huyen de m?... Qu

    pueden temer?Huyen y no huyen de ti respondile su instructor, sonriente. Les han

    aconsejado que se oculten y no se muestren hasta que estemos en otro sitio del parque

    Y por qu?

    Porque an t no eres un verdadero discpulo en este templo. Conocemos tuinstruccin y tu grado real y el actual; mas necesitamos oficializar, por decirlo as, tuderecho a la sabidura superior. No te preocupes, Pequea Serpiente, maanacomprenders

    Maana? Qu ocurrir maana?

    Observa ahora y calla; en su oportunidad te lo dir

    Con estas palabras, dichas con infinita dulzura, pero encerrando la inflexibilidadde la roca, el sacerdote cerr el dilogo, y Ankor volc toda su atencin en el paisaje.En una de las construcciones, sencilla, pero con proporciones de palacio, se renovaronlos ocho portadores del palanqun.

    Ya pasaba el Sol su mxima altura sobre el horizonte, no muy grande en aquellaslatitudes aun en el verano, cuando el terreno empez a hacerse por momentos escabroso,con pronunciadas cuestas, y el pequeo prncipe vio cmo se detena el palanqun a un

    centenar de metros del foso que protega el templo de Kuum propiamente dicho.Sarhimar le invit a descender y, tomndolo de la mano, lo llev hasta la gigantescaobra de ingeniera.

    Desde el lugar en que se encontraba, Ankor pudo ver que el foso tena unoscincuenta metros de ancho entre sus dos bordes, construidos en enormes bloques degranito; el agua, aparentemente esttica como en un lago, les llegaba al ras; a la derechay a la izquierda, luego de un vasto semicrculo, se perda por detrs de la incomparableconstruccin.

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    El Prncipe calcul que la ciudad-templo tendra ms de cuatro kilmetros dedimetro, y forma circular. El borde interior del foso se continuaba con la gran murallacircundante, de tan perfecta construccin que, desde el lugar que ocupaba Ankor, no sedistinguan las uniones de las piedras. Ms all se destacaban las torres.

    Sarhimar no interrumpi la cuidadosa observacin del joven, quien, volvindosehacia l, le dijo:

    Esto es enorme! Estas defensas son inexpugnables! Dime, sabio Sarhimar,qu profundidad tiene esta va de agua y cmo es mantenida aqu?

    Mi especialidad no es la arquitectura, Pequea Serpiente, pero tengoentendido que entre la superficie del agua y el fondo que la contiene median casi quince

    metros de profundidad.Cmo se traspone este foso?... No veo portones levadizos ni puentes

    Eso lo sabrs luego.

    Cmo mantenis tanta agua? pregunt el joven, echndose de bruces en laorilla y sumergiendo sus manos en el agua. Y agreg: Cmo es que est tan limpia?

    Un arroyo nacido de vertiente alimenta este sistema que desemboca por uncanal en el mar. Tambin luego vers, si te interesa, un complicado sistema de esclusasy puertas-vlvulas que actan automticamente cuando, en la poca de los deshielos,

    otros arroyos desembocan en el foso y alteran el nivel de sus aguas.Antiguo S; imagino, Maestro, que toda esta construccin es muy antigua.

    Todo lo que ves ante tus ojos, desde los canales a las pirmides y torres, hasido besado por ms de trescientos siglos. Los palacetes como el que habitas y algunosdetalles de los jardines son de pocas ms recientes.

    Yo cre que este templo era ms viejo... El sabio Magur me haba comunicadoque este Centro Solar se haba originado poco despus del hundimiento del grancontinente atlante, y tengo entendido, oh, sabio Maestro!, que de ello hace muc