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Presses Universitaires du Mirail Marvel y el Carnaval Author(s): Consuelo POSADA Source: Caravelle (1988-), No. 66 (1996), pp. 142-144 Published by: Presses Universitaires du Mirail Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40852543 . Accessed: 17/06/2014 01:49 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Presses Universitaires du Mirail is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caravelle (1988-). http://www.jstor.org This content downloaded from 185.44.77.82 on Tue, 17 Jun 2014 01:49:50 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Marvel y el Carnaval

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Presses Universitaires du Mirail

Marvel y el CarnavalAuthor(s): Consuelo POSADASource: Caravelle (1988-), No. 66 (1996), pp. 142-144Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/40852543 .

Accessed: 17/06/2014 01:49

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at .http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp

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Consuelo POSADA

Marvel y el Carnaval

Marvel Luz Moreno Abello, niña de familia « bien », educada en exclu- sivos colegios de la ciudad ; hermosa, inteligente y universal : su vida y sus obras son prueba de lo último, y sus fotografías, para quienes no la cono- cieron, testimonian su belleza. Su pertenencia a la burguesía barranquillera le permitió conocer de cerca los exquisitos lugares frecuentados por las damas « distinguidas » del Country Club barranquillero y del barrio El Prado, que ella recreó con el detalle del buen observador y las calidades de su conocimiento literario.

Mis impresiones sobre Marvel Moreno, como escritora, están afectadas por el recuerdo de unos lejanos carnavales de Barranquilla donde ella pre- sidía las celebraciones, aclamada y coronada como reina. Su imagen de « diosa feliz » con gesto sonriente de los desfiles callejeros se sobrepone a la imagen de la mujer de letras que con expresión profunda me mira desde las portadas de sus libros. Parece extraño agregar a los datos de una escri- tora de calidad un pasado de reina en las fiestas del carnaval, en una cultu- ra donde tradicionalmente encontramos separados los encantos físicos de los atributos de las mujeres intelectuales.

Marvel Moreno tenía veinte años cuando aceptó ser la reina de los car- navales de Barranquilla. El Heraldo del 30 de enero de 1959 anunciaba la coronación de « la gentilísima reina del carnaval Marvel Luz Moreno Abello, quien será coronada esta noche en brillante y original acto que se efectuará en el Estadio Municipal ». Y como soberana del carnaval debió cumplir la cuota de frivolidades exigidas a una reina : además de bailar y dar muestras de alegría en los lugares públicos, vistió trajes de colores brillantes y festivos, posó para los fotógrafos disfrazada de « diosa orien- tal » y presidió la « batalla de flores » y los demás desfiles callejeros.

Las fiestas del carnaval en Barranquilla unifican todas las categorías so- ciales en el fervor de los habitantes de una de las ciudades más alegres de Colombia. Y aunque también los sectores populares eligen una reina, escogida en un concurso que busca ser democrático, la reina nombrada por la clase dirigente es reconocida como la verdadera encargada de ani- mar estas festividades.

Desde las primeras décadas del siglo XX el carnaval se instaló en los

elegantes clubes sociales, vestido de sedas y encajes importados por las .clases adineradas que manejaban la actividad comercial. Pero los grupos de

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Homenaje a Marvel Moreno 143

danzas que surgieron en los barrios populares empezaron a tomarse esta fiesta que ganaba, cada vez más, la ardorosa participación de un amplio público. Así apareció el otro carnaval : el de la guacherna, los bailes popu- lares y las verbenas callejeras, donde la gente clausura una calle para poder bailar en la vía pública.

En Barranquilla el carnaval se espera con impaciencia. Las comparsas de los barrios ensayan durante meses, los grupos callejeros organizan las « letanías » que son los versos picantes con sátiras políticas o burlas perso- nales, los más simples bailes de los barrios escogen un nombre y una « capitana », en largos y parranderos preparativos, y hasta los disfraces individuales se piensan detenidamente. A diferencia de otros fastuosos carnavales del mundo, aquí el principal elemento es la participación po- pular. El público sigue cada ritual de esta fiesta que interrumpe la vida ordinaria y cada uno encuentra una manera de meterse en ella : en una época de la vida todos los barranquilleros usaron un disfraz en carnavales o mínimo se escondieron tras un « capuchón », que es una túnica simple, de colores alegres, con una « capucha » que cubre el rostro, para salir a hacer bromas sin ser reconocido.

Los carnavales son un recuerdo obligado de juventud de los habitantes de esta tierra y Marvel como escritora se ocupó de ellos. El carnaval pom- poso de los habitantes del Prado, encerrado en los lujosos espacios del Country Club está presente en su obra como un recuerdo vivo de Barran- quilla. Pero la ciudad pintada por Marvel cambió. Desde hace algunos años, por el crecimiento urbanístico, el tradicional barrio El Prado, de apacibles y espaciosas casas de arquitectura republicana, que floreció en las primeras décadas del siglo, dejó de ser el símbolo de prestigio, y otros clubes y barrios^ diluyeron el norte de los adinerados.

De ese lejano reinado de Marvel hoy recuerdo su primera imagen : en una de las deliciosas ceremonias que el carnaval repite cada año, la reina llegó un día al « Colegio de Barranquilla para señoritas », para dirigir per- sonalmente las jornadas previas de la fiesta. Esta vez las campanas que cada día ayudaban a organizar la disciplina tocaban para anunciar el « decreto real de Su Majestad Marvel Luz Primera », que declaraba abierto anticipadamente el goce del carnaval. Ese día se rompía la rigidez del cole- gio oficial más importante de la ciudad y la autoridad de la directora te- mida por las estudiantes, que dirigía personalmente con mirada severa la estricta organización de las filas antes de las oraciones obligatorias, se cambió por la voz festiva de la soberana dando lectura del bando que prohibía «. . .atentar contra el desorden legítimamente constituido ». Entre el bullicio y la agitación de un patio abierto, sembrado de gigantescos almendros, y repleto de adolescentes que esperaban la orden para salir a las calles, recuerdo con fuerza el hermoso rostro de la reina que seguiría

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viendo muchos años más tarde, exhibido en las entrevistas y las portadas de sus libros.

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Fabio RODRIGUEZ AMAYA

La bruja Cuántas veces recorriste las autopistas del cielo y te adentraste en los

dédalos del alma, en compañía de Lina, lo sabemos pocos. Cómo garra- pateaste miles y miles de páginas con caligrafía de niña y corazón de adulta para hacernos volar al lado de tü imaginación y de tu olvido, tam- bién lo sabemos pocos.

Casi nadie conoce tu pudorosa versatilidad camaleòntica : ninguno sabe de la existencia de Marvel palmera, de Marvel nube, de Marvel ola, de Marvel sueño. Pocos, Marvel burbuja, saben que tus inmensos ojos de ónix hipnotizaban a los incrédulos y ordenabas nuestras' vidas en medio del desorden natural de las cosas, porque nadie sabe que también eras Marvel bruja.

Llegaste al mundo, así me contabas, habitando un universo que era dominio de mujeres. Allí aprendiste que las mejores palabras son las del silencio. Quince veces leíste el Quijote bañada en lágrimas y, a la siguien- te, muerta de risa. Te enamoraste de la vida y ella te ungió de la belleza sin

par que es prerrogativa de las diosas. Como una diosa te acercaste al mundo ante la incredulidad de los parroquianos de esa aldea cosmopolita que fue la Barranquilla de tu infancia y que pronto se convirtió en la París de tu adultez. Entre esos dos extremos todos te vieron tu cuerpo y pocos tu alma sin confines. Jugabas y reías con los otros y, en la soledad, hiciste tuya la dramaturgia del dolor, que forja a los seres, desde aquella mañana de diciembre en que, aguardando las brisas del Caribe, tu padre te entregó el egipcio Libro de los Muertos. Te nombraron reina tonta sin saber que eras emperatriz sabia. Y te rebelaste, para cantar el dolor que te asfixiaba. Y te enamoraste persiguiendo ansiosa la quimera de encontrarte con el otro. Y te exiliaste para saber de ti misma. Y la vida empezó a darte duro con un

palo y también duro con una soga. Y comenzaste a soñar que en la vida

podían existir la felicidad y la libertad. Y seguiste riendo pensando que la felicidad podía ser un corazón y un cuerpo compartidos y la libertad ejer-

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