(Nobel 1911, Bélgica) Maurice Maeterlinck - La Vida de Los Termes

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    EDICIONES SELECTAS SELA

    MAURICE MAETERLINCK

    LA VIDA DE LOS TERMES(Versin espaola)

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    IMPRESO EN LA ARGENTINA

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    PRINTED IN ARGENTINE

    INTRODUCCIN

    I

    La VIDA DE LOS TERMES, lo mismo que La Vida de las Abejas, de la cual todas lasaserciones que se han hecho han sido reconocidas exactas por los especialistas, no esuna biografa romanceada, como est de moda hacerlo en estos momentos. Hepermanecido fiel al principio que me ha guiado en la obra precedente, que ha consistidoen no ceder jams a la tentacin de aadir a lo maravilloso real un maravilloso imaginado.Por no ser ya joven, me es ms fcil resistir a esta tentacin, porque los aos enseanpoco a poco a todo hombre que slo la verdad es maravillosa. Entre otras cosas, tambinensean los aos al escritor que los ornamentos del estilo envejecen ms pronta yrpidamente que l, y que slo los hechos estrictamente expuestos y las reflexionessobria y netamente formuladas pueden tener maana casi el mismo aspecto que hoy.Por consiguiente, yo no he adelantado un hecho ni aportado una observacin que no seaindiscutible y fcilmente comprobable. Es el primer deber, cuando se trata de un mundotan poco conocido y tan desconcertante como aquel en que vamos a penetrar. La msinocente fantasa, la ms ligera exageracin, la ms pequea inexactitud, privara a unestudio de este gnero de todo crdito e inters. Espero que haya de esto muy poco, amenos que en algn punto haya sido inducido a error por aquellos a quienes he seguidoen este estudio, lo que no es apenas probable, porque no he tenido en cuenta ms quetrabajos de entomlogos profesionales, escritores puramente objetivos y muy fros, que notienen otro culto que el de la observacin cientfica, y que la mayor parte de las veces noparece que se den cuenta del carcter extraordinario del insecto que estudian, y en todocaso, no se cuidan, en modo alguno, de insistir en l hasta poner de relieve todo su valor.De los relatos a los que no se puede dar entero crdito, de cientos de viajeros que noshan hablado de los termes, ya reproduciendo sin crtica las charlas de los indgenas odejndose llevar por la exageracin, he tomado muy pocas cosas, no haciendo excepcin

    a esta regla ms que cuando se trataba de exploradores ilustres; por ejemplo, de unDavid Livingstone, que era, adems, un sabio y escrupuloso naturalista.Hubiese sido fcil, a propsito de cada afirmacin, colmar la margen inferior de laspginas de notas y referencias. Y hay captulo donde sera preciso erizar de stas todaslas frases, y en el que la glosa habra devorado el texto como en los ms enrevesados denuestros manuales escolares. Pienso que el lugar adecuado de las susodichas notas yreferencias est en la bibliografa que el lector encontrar al fin del volumen, tanto msventajosamente, cuanto que la literatura consagrada a los termes no es todava tancopiosa como la de las abejas.He aqu los hechos, que yo he encontrado esparcidos, difusos, disimulados en cienparajes diversos, a menudo sin significacin, porque estaban aislados. Como en La Vidade las Abejas, mi papel se ha limitado a reunirlos y agruparlos tan armoniosamente como

    he podido; a dejarles obrar los unos sobre los otros, envolvindolos en algunasreflexiones pertinentes, y sobre todo, a ponerlos en claro, porque los misterios de latermitera1son ms ignorados que los de la colmena, an de los aficionados, cada da msnumerosos, que se interesan especialmente por el estudio de los insectos. La solainterpretacin de estos hechos me pertenece ms o menos, como pertenece al lector, quesacar quizs de ella conclusiones completamente diferentes. Por lo dems, es la nicacosa que pertenece al historiador, y la monografa de un insecto, sobre todo de un insecto

    1Comejenera: Lugar donde se cra comejn. Nido de los trmites. (N. del T.)

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    tan singular, no es, en suma, ms que la historia de una colonia desconocida, que enciertos momentos parece originaria de otro planeta, y esta historia demanda ser tratadade la misma manera metdica y desinteresada que la historia de los hombres.Si se quiere, este libro har pareja con la Vida de las Abejas, pero el color y el medio nosern los mismos. En cierto modo, son estos dos libros el da y la noche, el alba y el cre-psculo, el cielo y el infierno. De un lado al menos a primera vista y a condicin de no

    profundizar demasiado, porque la colmena tiene tambin sus dramas y sus miseriastodo es luz, primavera, esto, sol, perfume, espacio, alas, azur, roco y felicidad sin igualentre las alegras de la tierra. De otra parte todo son tinieblas, opresin subterrnea, vio-lencia, avaricia srdida e inmunda, atmsfera de calabozo, de mazmorra y de sepulcro,pero tambin, en la cima, sacrificio mucho ms completo, ms heroico, ms reflexivo yms inteligente por una idea o un instinto poco importa el nombre, los resultados sonsemejantes desmesurado y casi infinito; lo cual, en resumidas cuentas, compensamuchas bellezas aparentes, aproxima a nosotros las vctimas, nos vuelve casi fraternales

    desde cierto punto de vista, mucho ms fraternales que las abejas o que todo otro serviviente sobre esta tierra y hace de estos desgraciados insectos los precursores yprefiguradores de nuestros propios destinos.

    II

    Los entomlogos, atenindose en esto a los gelogos, conjeturan que la civilizacin de lostermes, que vulgarmente se llaman hormigas blancas, bien que ellas sean de un blancomuy dudoso, precede en cien millones de aos a la aparicin del hombre sobre nuestroplaneta. Estas conjeturas son difcilmente comprobables. Por lo dems, como ocurrefrecuentemente, los sabios no estn de acuerdo. Los unos, N. Holmgren, por ejemplo, losincorpora a los Protoblatoides que se extinguen en el Prmico, hacindoles recular as enla noche, sin medida y sin fondo, del fin del Primario. Otros los encuentran en el Lisicode Inglaterra, de Alemania y de Suiza, es decir, en el Secundario; otros, en fin, no losdescubren ms que en el Eoceno superior, es decir, en el Terciario. Ciento cincuenta

    especies de ellos se han identificado incrustados en el mbar fsil. Sea lo que fuere, lostermes remontan ciertamente algunos millones de aos, lo que ya es bastante.Esta civilizacin, la ms antigua que se conoce en la ms curiosa, la ms compleja, lams inteligente y, en cierto sentido, la ms lgica, la mejor adaptada a las dificultades dela existencia, que, antes que la nuestra, se ha manifestado sobre este globo. Desde variospuntos de vista, aunque feroz, siniestra y a menudo repugnante, es superior a la de lasabejas, la de las hormigas y la del hombre mismo.

    III

    La literatura consagrada a los termes est lejos de ser tan rica como la que se ha

    acumulado alrededor de las abejas y de las hormigas. El primer entomlogo que se hadedicado seriamente a este estudio fue J. G. Koenig, que vivi largo tiempo en las Indias,en Tranquebar, distrito de Madras, donde pudo hacerlo a placer. Muri en 1785. Vino acontinuacin Henry Smeathmann, que es, con Hermann Hagen, el verdadero padre de laTermitologa. Su clebre memoria sobre ciertos termes africanos, publicada en 1781,encierra un verdadero tesoro de observaciones e interpretaciones, donde han bebido sinagotarlo todos los que se han ocupado del insecto, y los trabajos de sus sucesores,singularmente los de G. B. Haviland y de T. J. Savage, han confirmado casi siempre laexactitud de sus investigaciones.

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    Por lo que se refiere a Hermann Hagen, de Knigsberg, en 1855, public en la LinneaEntomologica, de Berln, una monografa metdica y completa, en la que analiza con laprecisin, minuciosidad y conciencia que es forzoso reconocer que los alemanes aportana este gnero de trabajos, todo lo que se ha escrito sobre los termes desde la India y elEgipto antiguos hasta nuestros das. Se encuentran en ella reunidas y criticadas centenasde observaciones hechas por todos los viajeros que los han estudiado en Asia, frica,

    Amrica y Australia.Entre los trabajos ms recientes, citaremos, ante todo, los de Grassi y Sandia, que fijarenla microloga del termes y fueron los primeros en sospechar el papel asombroso de ciertosprotozoarios en el intestino del insecto; los de Charles Lesps, que nos habla de unpequeo termes europeo que llama, quizs equivocadamente, el termes lucfugo; los deFritz Mller, de Filippo Silvestri, que se ocupa de los termes sudamericanos; los de Y.Sjostedt, que se interesa en el estudio de los termes africanos, y hace, ante todo, obra declasificador; los de W. W. Froggatt, que, con el naturalista W. Saville-Kent, agota casi todolo que se puede decir acerca de los termes australianos, y los de E. Hegh, que se cieespecialmente a los termes del Congo, y que continuando el trabajo de Hagen yprolongndolo hasta 1922, resume en una obra notable, muy completa y copiosamenteilustrada, casi todo lo que se saba en esta fecha acerca del insecto de que tratamos.

    Rstanos todava citar a Wasmann, H. Imms, Nils Holmgren, el gran termitlogo sueco; K.Escherich, un entomlogo alemn que, singularmente, ha hecho acerca de los termes deErythrea estudios sumamente curiosos, y en fin, para no citar intilmente todos losnombres que encontraremos en la bibliografa, mencionaremos a L. R. Cleveland, que enlos magnficos laboratorios de la Universidad de Harvard, realiza desde hace aos, en losprotozoarios del intestino de nuestros Xilfagos, experimentos y estudios que figuranentre los ms pacientes y sagaces de la biologa contempornea. Tampoco olvidamos lasinteresantes monografas de E. Bugnion, que tendr ocasin de citar ms de una vez, yremitamos de nuevo al lector, en cuanto a lo dems, a la bibliografa que se encuentra alfinal de este libro.Esta literatura, aunque no sea comparable a la que se ha consagrado a los himenpteros,basta, sin embargo, para fijar las grandes lneas de una organizacin poltica, econmica

    y social de un destino que quizs prefigura del rumbo en que vamos y de lo que nosespera, si no reaccionamos antes que sea demasiado tarde. Es posible que hallemos enella algunas indicaciones interesantes y lecciones provechosas. Sin exceptuar las abejasy las hormigas, no hay en este momento, lo repito, sobre esta tierra de seres vivos, nadaque est en conjunto tan lejos y tan cerca de nosotros, ni que sea tan miserablemente, tanadmirablemente, tan fraternalmente humano.Nuestros utopistas van a buscar a los lmites en que la imaginacin se refracta y difunde,como un rayo de luz, modelos de sociedades futuras, cuando ante nuestros ojos lastenemos que son probablemente tan fantsticas, tan inverosmiles y, quin sabe, tanprofticas como las que podramos encontrar en Marte, Venus o Jpiter.

    IV

    El termes no es un himenptero como la abeja y la hormiga. Su clasificacin cientfica,bastante difcil, no parece an establecida ne varietur, pero generalmente se le incluye enel gnero de los orcpteros u ortopteroides neurpteros o seudo neurpteros, tribu de losCorrodantes. Actualmente constituyen un orden distinto: el de los Ispteros. Ciertosentomlogos le clasificaran fcilmente entre los himenpteros, a causa de sus instintossociales.Los grandes termes habitan exclusivamente los pases clidos, tropicales o subtropicales.

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    Ya hemos dicho que, a pesar de su nombre, raramente es blanco. Toma,aproximadamente, el color de la tierra que ocupa. Segn las especies, su talla va de 3 a10 12 milmetros; es decir, que a veces alcanza la de nuestras pequeas abejasdomsticas. El insecto, por lo menos en cuanto al grueso de la poblacin pues veremosms adelante que su polimorfismo es inverosmil, semeja, poco ms o menos, unahormiga mal dibujada, de vientre alargado, rayado de estras transversales, blando o casi

    larval. Igualmente veremos que en la lucha por la vida pocos seres han sido tanmediocremente armados por la naturaleza. No tiene el aguijn de la abeja ni la formidablecoraza de quitina de la hormiga, su enemigo ms encarnizado. Normalmente carece dealas, y cuando las posee, le han sido irrisoriamente prestadas con el fin de conducirle a lahecatombe. Pesado y desprovisto de toda agilidad, no puede escapar al peligro por lafuga. Tan vulnerable como un gusano, se entrega sin defensa a todos los que en elmundo de los pjaros, de los reptiles, de los insectos, estn vidos de su carne suculenta.No puede subsistir ms que en las regiones ecuatoriales, y, mortal contradiccin, pereceen cuanto se expone a los rayos del sol. La humedad le es absolutamente necesaria, ycasi siempre est obligado a vivir en los pases donde durante siete u ocho meses no caeuna gota de agua. En una palabra, casi tanto como con el hombre, la naturaleza se hamostrado con l injusta, malvola, irnica, caprichosa, ilgica o prfida. Pero tambin, y a

    veces mejor que el hombre, al menos hasta hoy, ha sabido sacar partido de la nicaperfeccin que una madrastra olvidadiza, curiosa o simplemente indiferente, quiso dejarle:una pequea fuerza que no se ve, que en l llamamos instinto, y en nosotros, sin que sesepa por qu, inteligencia. Con ayuda de esta pequea fuerza, que ni siquiera tiene unnombre bien definido, ha sabido transformarse y crearse las armas que no posea msespontneamente que nosotros las nuestras; ha sabido organizarse, hacerseinexpugnable, mantener en sus ciudades la temperatura y humedad que le sennecesarias, asegurar el porvenir, multiplicarse hasta el infinito y devenir poco a poco elms tenaz, el mejor arraigado y el ms temible de los ocupantes y de los conquistadoresde este globo.

    Por esto me ha parecido que no era ocioso interesarse un instante en este insecto, a

    menudo odioso, pero a veces admirable; de todos los seres vivos que conocemos, el quede una miseria igual a la nuestra ha sabido elevarse a una civilizacin que, desde ciertopunto de vista, no es inferior a la que nosotros alcanzamos hoy.

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    LA COMEJENERA

    (NIDO DE LOS TERMES)

    I

    Se cuentan de mil doscientas a mil quinientas especies de trmites. Las ms conocidasson: el Termes bellicosus, que edifica enormes montculos; el nemorosus, el lucifugus,que ha hecho una aparicin en Europa; el incertus, el vulgaris, el Coptotermes, elborneensis y el mangensis, que tienen soldados con jeringa; el Rhinotermes, el Termesplanus, el tenuis, el malayanus, el viator, uno de los raros que viven a veces aldescubierto y atraviesan las cinagas en largas lneas, encuadrando los soldados a losobreros portadores; el Termes longipes, el foraminifer, el sulphureus, el gestroi, que atacadeliberadamente los rboles vivos y cuyes guerreros son feroces; el Termes carbonarius,cuyos soldados ritman, de una manera muy particular, el martilleo misterioso, del cualvolveremos a hablar; los Termes latericus, el lacessitus, el dives, el gilvus, el azarellii, eltranslucens, el speciosus, el comis, el laticornis, el brevicornis, el fuscipennis, elatripennis, el ovipennis, el regularis, el inanis, el latifrons, el folicornis, el soridus, quehabitan la isla de Borneo; el laborator, de Malaca; los Capritermes, cuyas mandbulas, enforma de cuernos de macho cabro, se distienden como resortes y proyectan al insecto aveinte o treinta centmetros de distancia; los Termopsis, los Colotermes, que son los msretrasados, y otros cientos cuya enumeracin sera fastidiosa.Aadamos que las observaciones sobre las costumbres del insecto extico y siempreinvisible son recientes e incompletas, que muchos puntos permanecen obscuros, y que lacomejenera est colmada de misterios.En efecto; adems de que el insecto habita comarcas en que los naturalistas soninfinitamente ms escasos que en Europa, el terme no es, o al menos no era, antes quelos americanos se hubiesen interesado en su estudio, un insecto de laboratorio, al cual nose le puede apenas observar en colmenas o cajas de cristal, como se hace con las abejasy las hormigas.Los grandes entomlogos, tales como los Forel, los Charles Janet, los Lubbock, losWasmann, los Cornetz y otros muchos, no han tenido ocasin de ocuparse de ellos. Si elinsecto penetra en un gabinete de entomologa es generalmente para destruirlo. Por otraparte, despanzurrar una comejenera no es cosa fcil ni agradable. Las cpulas que lacubren son de un cemento tan duro que el acero de las hachas se mella en l y seramenester hacerla saltar con plvora. A menudo los indgenas, por miedo o supersticin,rehsan secundar al explorador que, como refiere Douville en su viaje al Congo, estobligado a vestirse de cuero y a enmascararse, a fin de escapar a las mordeduras demillares de guerreros que en un instante le envuelven y no sueltan la presa. En fin,cuando la comejenera est abierta no presenta ms que el espectculo de un inmenso yhorrible tumulto, pero de ningn modo los secretos de la vida cotidiana. Adems de esto,hgase lo que se haga, jams se llega a las ltimas guaridas subterrneas, que sehunden a varios metros de profundidad.Existe, es verdad, una raza de termes europeos, muy pequeos y probablementedegenerados, que un entomlogo francs, Charles Lesps, ha estudiadoconcienzudamente hace setenta aos. Se les confunde bastante fcilmente con lashormigas, aunque son de un blanco ambarino y casi difano. Se encuentran en Sicilia,singularmente en la regin de Catana, y sobre todo en las landas de los alrededores deBurdeos, donde habitan los viejos troncos de pinos. Al contrario de sus congneres de lospases clidos, no se introducen sino muy raramente en las casas, no haciendo en ellas

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    ms que insignificantes estragos. No sobrepasan la talla de una pequea hormiga y sonfrgiles, miserables, poco numerosos, inofensivos y casi desprovistos de defensas. Sonlos parientes pobres de la especie, quizs descendientes descarriados y debilitados de loslucifugus, de los cuales hablaremos ms tarde. En todo caso, no pueden darnos ms queuna idea aproximada de las costumbres y de la organizacin de las enormes repblicastropicales.

    II

    Algunos termes viven en los troncos de los rboles perforados en todos sentidos ysurcados de galeras que se prolongan hasta las races. Otros, como los Termesarboreum, construyen su nido en las ramas, y lo fijan en ellas tan slidamente, queresisten a los ms violentos tornados, y que para apoderarse de l es preciso serrar lasramas. Pero la comejenera clsica, la de las grandes especies, es siempre subterrnea.Nada ms desconcertante, ms fantstico, que la arquitectura de estas viviendas, quevaran segn el pas y en una misma comarca, segn las razas, las condiciones locales,los materiales disponibles; porque el genio de la especie es inagotablemente inventivo y

    se acomoda a todas las circunstancias. Las ms extraordinarias son las comejenerasaustralianas, de las cuales W. Saville-Kent, en su importante volumen en cuarto, tituladoThe Naturalist in Australia (El Naturalista en Australia), nos da algunas fotografasdesconcertantes. Ora es un simple montculo rugoso, cuya base es una circunferencia deuna treintena de pasos y la altura de tres o cuatro metros, que tiene el aspecto de un pilnde azcar truncado y averiado. Por otra parte, estos montculos ofrecen el aspecto deenormes montones de barro, de formidables borbollones de greda, cuya ebullicinhubiese sido sbitamente congelada por un viento siberiano, cuando no hacen pensar enlas lacrimosas concreciones calcreas de gigantescas estalagmitas, ahumadas por lasantorchas en las grutas clebres y demasiado visitadas, o todava sugieren el informemontn de clulas, cien mil veces aumentado, donde ciertas abejas, salvajes y solitarias,atesoran su miel; o superposiciones imbricadas de hongos, o inverosmiles esponjas

    ensartadas al azar, o medas de heno o de trigo deterioradas por las tempestades; ohacinas normandas, picardas o flamencas, porque el estilo de estas pilas de heno, trigo,estircol, etctera, es tan marcado y permanente como el de las casas. Los ms notablesde estos edificios, que no se encuentran ms que en Australia, pertenecen al TermesBrjula, Magntico o Meridiano, as llamado porque sus viviendas estn siempreorientadas de Norte a Sur, presentando la parte ms ancha hacia el Medioda y la partems estrecha hacia el Septentrin. Respecto a esta curiosa orientacin, los entomlogosse han arriesgado a hacer diversas hiptesis, pero no han encontrado todava una expli-cacin que se imponga. Con sus agujas, su floracin de pinculos, sus arbotantes, susmltiples contrafuertes, sus capas de cemento, que se desbordan las unas sobre lasotras, evocan las catedrales carcomidas por los siglos; los castillos en ruinas que imaginaGustavo Dor, o las ciudades fantasmagricas que pintaba Vctor Hugo diluyendo una

    mancha de tinta o los posos del caf. Otras, de un estilo ms circunspecto, presentan unconglomerado de columnas onduladas, a cuyo techo no alcanza un hombre a caballo yarmado de una lanza; o se alzan a veces a seis metros de altura como pirmidescarcomidas u obeliscos rodos y desconchados por milenarios ms devastadores que losdel Egipto de los Faraones.Lo que explica las extravagancias de estas arquitecturas es que los termes no construyen,como nosotros, sus casas desde fuera, sino desde dentro. Siendo ciego, no solamente nove lo que edifica, sino que, aunque viese, no podra darse cuenta da ello por no salir

    jams de su vivienda. No se interesa ms que por el interior de su morada y nunca por su

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    aspecto exterior. En cuanto a la manera como se las arregla para construir as ab intra y atientas lo que ninguno de nuestros albailes osara intentar, es un misterio que no est to-dava bien esclarecido. An no se ha asistido a la edificacin de una comejenera y lasobservaciones del laboratorio son difciles, teniendo en cuenta que desde el primermomento los termes cubren el cristal con su cemento en caso de necesidad, o lo vuelvenmate con la ayuda de un lquido especial. Es preciso no perder de vista que el termes es

    ante todo, un insecto subterrneo que se introduce primeramente en el suelo, le horada, yel montculo que emerge no es ms que una superestructura accesoria, pero inevitable,formada por escombros transformados en estancias que se elevan y se extienden segnlas necesidades de la colonia.Sin embargo, las observaciones de un entomlogo provenzal, M. E. Bugnion, que durantecuatro aos estudi de cerca los termes de Ceyln, pueden darnos alguna idea de sumanera de proceder. Se trata del termes de los cocoteros, el Eutermes ceylonicus, quetiene soldados con jeringa (ya veremos ms adelante lo que esto quiere decir).Esta especie dice M. E. Bugnion hace su nido en la tierra, bajo las races delcocotero; a veces tambin al pie de la palmera Kitul, de la cual los indgenas extraen un

    jarabe.Cordones grisceos, dispuestos a lo largo de los rboles que se elevan desde las races

    hasta los brotes terminales, denuncian la presencia de estos insectos. Estos cordones,que tienen poco ms o menos el espesor de un lpiz, son otros tantos pequeos tnelesdestinados a proteger los termes contra las hormigas (obreros y soldados) que llevan lasprovisiones a la cima de los rboles.Formados de restos de madera y de granos de tierra aglutinados, los cordones de losEutermes son para el naturalista una preciosa materia de estudio. Basta levantar con uncuchillo un pequeo segmento del tnel para poder seguir con la lupa el trabajo dereconstruccin.Un experimento de este gnero ha sido hecho en la plantacin de Seenigoda el 19 dediciembre de 1909. Son las ocho de la maana y el da es magnfico. El termmetro mar-ca 25. El cordn expuesto al Oriente se encuentra exactamente a pleno sol. Habiendorayado la pared en una longitud de un centmetro, veo presentarse en la abertura

    inmediatamente una docena de soldados que, despus de avanzar algunos pasos, sedisponen en crculo con sus cuernos frontales dirigidos hacia afuera, prestos a hacerfrente a un enemigo eventual.Al volver, despus de un cuarto de hora de ausencia, compruebo que los termes,reintegrados todos a la galera, estn ya ocupados en reparar la parte destruida. Una filade soldados se mantiene al nivel de la abertura con las cabezas dirigidas hacia afuera ylos cuerpos guarecidos en el interior. Agitando vivamente sus antenas estn ocupados enmarcar los bordes de la brecha embebindolos con su saliva.Una franja hmeda, de color ms obscuro que el resto de la pared, se ve ya todoalrededor. Bien pronto aparece un trabajador de un nuevo gnero, perteneciente esta veza la casta de los obreros. Despus de haber reconocido el lugar por medio de susantenas, se vuelve bruscamente y, presentando su extremidad anal, deposita en la brecha

    una gotita opaca de un amarillo pardusco, expulsada de su intestino recto. Otro obreroque trae en la boca un grano de arena aparece poco despus viniendo tambin delinterior. El grano de arena, que hace el oficio de un pequeo morrillo, es depositado sobrela gotita en el lugar sealado.La maniobra se repite ahora de una manera regular, pudindose ver de vez en vez,durante una media hora, un terme (obrero) que inspecciona la brecha, vulvese y emitesu gotita amarilla, y otro, cargado con un grano de arena que deposita sobre el borde.Algunos aportan, en lugar de granos de arenas, detritos de madera. Los soldados, queremueven constantemente sus antenas, parecen especialmente encargados de proteger

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    los obreros y dirigir su trabajo. Alineados como al principio, al nivel de la abertura, seseparan en el momento en que un obrero se presenta y le muestran, al parecer, el lugaren que debe depositar su carga.El trabajo de reparacin, ejecutado enteramente desde el interior, ha durado hora ymedia. Soldados y obreros (estos ltimos relativamente en pequeo nmero) se hanrepartido de comn acuerdo la tarea.

    Por su parte, el doctor R. Escherich ha tenido ocasin de observar en un jardn botnicotropical la manera de proceder de los Termes redemanni Wasm, y ha notado que tienenun plan bien determinado. Comienzan por la construccin de una especie de andamiajeconstituido por los cordones de ventilacin, transformando en seguida este andamiaje enfbrica maciza, rellenando todos los vacos y dando fin al edificio nivelandocuidadosamente las paredes.

    III

    En ciertos puntos de Queensland o Australia occidental, principalmente en el Cabo York, ysobre todo en los alrededores de Albany Pass, las comejeneras se extienden sobre dos

    kilmetros prximamente, que pueblan de pirmides simtricas y regularmenteespaciadas. Recuerdan inmensos campos cubiertos de estas hacinas de las cuales acabode hablar, o las tumbas del valle de Josaphat, o una fbrica de alfarera abandonada, oesas extraas hileras de piedras drudicas de Carnac, en Bretaa, que producen elasombro de los viajeros cuando las columbran desde el puente del navo, resistindose acreer que sean la obra de un insecto ms pequeo que una abeja.En efecto, la desproporcin entre la obra y el obrero es casi inverosmil. Una comejeneramediana, de cuatro metros, por ejemplo, puesta a escala humana, nos dara un monu-mento de seis o setecientos metros de alto; es decir, tal que el hombre no lo ha construidonunca.Existen en otros puntos del globo aglomeraciones anlogas, pero tienden a desaparecerante la civilizacin, que utiliza de ella los materiales, singularmente para la construccin

    de caminos y casas, porque suministran un cemento incomparable. El terme aprendi adefenderse contra los animales, pero no previo al hombre de hoy. En 1835 el exploradorAaran descubri, al norte del Paraguay, una de estas confederaciones, que tena cuatroleguas de circunferencia, y donde las comejeneras estaban tan agrupadas que nodejaban entre ellas intervalos de ms de quince a veinte pies. Desde lejos simulaban unaenorme ciudad formada por innumerables chozas, y daban al paisaje, como diceingenuamente un viajero, un aspecto completamente romntico.Pero las ms grandes comejeneras se encuentran en el frica central, singularmente enel Congo belga. Las que miden seis metros de altura no son raras, y algunas alcanzansiete u ocho. En Mompono, una tumba erigida sobre una comejenera semejante a unacolina, domina la campia circundante. Una avenida de Elisabethville, en el Alto-Katanga,nos muestra, seccionada por el paso del camino, una comejenera dos veces ms alta que

    la choza situada enfrente. Y para la construccin del ferrocarril de Sakania fue precisovolar con dinamita algunos de estos montculos, cuyas ruinas sobrepasaban la chimeneade las locomotoras.Se encuentran en el pas comejeneras tuniliformes, que despanzurradas tienen el aspectode verdaderas casas de dos o tres pisos, en las cuales el hombre podra instalarse.Estos monumentos son de una solidez que resisten a la cada de los ms grandesrboles, tan frecuente en estos pases de tornados, y que los ms corpulentos animaleslos escalan sin hundirlos ni quebrarlos, con el fin de pacer la hierba que crece en suscimas; porque el limo, o ms bien la especie de cemento de que estn formados, adems

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    de que participa de la humedad, cuidadosamente mantenida en el interior del edificio,habiendo sido triturado por el insecto y pasado por su intestino, es de una fertilidadextraordinaria. Algunas veces crecen rboles sobre estas construcciones, que, cosaextraa, los termes, que destruyen todo lo que encuentran, respetan religiosamente.Cul es la edad de estos edificios? Es muy difcil calcularla. En todo caso su crecimientoes muy lento, y de un ao a otro no se advierte en ellos ningn cambio. Como si

    estuviesen tallados en la piedra ms dura, resisten indefinidamente a las lluvias diluvianasde los trpicos. Constantes y cuidadosas reparaciones los mantienen en buen estado, ycomo, a menos que ocurra una catstrofe o una epidemia, no hay ninguna razn para queuna colonia que renace sin cesar llegue jams a su fin, es muy posible que algunos deestos montculos remonten a tiempos muy antiguos. El entomlogo W. W. Froggatt, queha explorado un nmero considerable de comejeneras, no ha encontrado ms que unasola abandonada, sobre la cual haba pasado la muerte. Es verdad que otro naturalista,G. F. Hill, estima que en el Queensland septentrional el ochenta por ciento de los nidos deDrepanotermes silvestrii y del Hamitermes perplexus son invadidos poco a poco y en se-guida ocupados, de una manera permanente, por una hormiga, la Iridomyrmessanguineus. Pero ya volveremos a hablar de la guerra inmemorial de las hormigas y delos termes.

    IV

    Abramos con W. W. Froggatt uno de estos edificios donde bullen millones de existencias,aunque por fuera no se encuentre all ninguna traza de vida, porque parecen tan desiertoscomo una pirmide de granito, sin que nada denuncie la actividad prodigiosa quefermenta en ellos da y noche.Como ya he dicho, la exploracin no es fcil, y antes que W. W. Froggatt muy pocosnaturalistas haban obtenido resultados satisfactorios. Perfeccionando los mtodosanteriores y provisto de mejores herramientas que sus antecesores, el eminenteentomlogo Sidney hizo primeramente serrar el nido por el medio y despus,

    oblicuamente, de abajo a arriba. Sus observaciones, unidas a las de T. J. Savage, nosdan una idea general y suficiente de la distribucin de la comejenera.Bajo una cpula de madera masticada y granulada, de donde irradian numerosos pasajesal centro de la ciudad, a 15 30 centmetros por encima de la base se encuentra unamasa redonda de grosor variable, segn la importancia de la comejenera, pero que,agrandada a las proporciones humanas, sera ms vasta y ms alta que la cpula de SanPedro de Roma. Est formada de delgadas capas de una materia leosa, bastanteblanda, que se enrolla concntricamente como tiras de papel pardo. Es lo que losentomlogos ingleses llaman la Nursery, que nosotros llamaremos el Nido, y quecorresponde a los alvolos de los panales de nuestras abejas. Est generalmente lleno demillones de pequeas larvas, no ms gruesas que una cabeza de alfiler, y los murosestn perforados por miles de aberturas minsculas, aparentemente destinadas a

    asegurar la ventilacin. La temperatura es all sensiblemente ms elevada que en lasotras partes de la comejenera, porque parece que los termes han conocido mucho antesque nosotros las ventajas de una especie de calefaccin central. El calor contenido en elnido es tal, que T. J. Savage, habiendo abierto un da bastante bruscamente las grandesgaleras del centro y queriendo mirarlas demasiado cerca, retrocedi ante la bocanada deaire caliente que le golpe el rostro, estando a punto dice de cortarle la respiracin, yembadurnndole completamente los cristales de sus anteojos.Cmo est mantenida esta temperatura constante, que es para los termes una cuestinde vida o muerte, puesto que una variacin de 16 grados basta para matarles? J. T.

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    Savage lo explica por la teora del termosifn, estando asegurada la circulacin del airecaliente y del fro por cientos de pasadizos que recorren toda la vivienda. En cuanto a lafuente de calor, que, segn las horas y las estaciones, no debe ser nicamente solar, estprobablemente alimentada por la fermentacin de una masa de hierbas o de detritoshmedos.Recordemos que las abejas regulan igualmente a voluntad la temperatura general de la

    colmena y la de sus diversas partes. Esta temperatura, durante el esto, no pasa de 85grados Fahrenheit, y en invierno no desciende por debajo de 80 grados. La constantetrmica est asegurada por la combustin de los alimentos y por los equipos deventiladoras. En el lugar donde se elabora la cera la temperatura se eleva hasta 95grados gracias a la sobrealimentacin de los insectos que elaboran la cera.A los dos lados de esta Nourricerie, desde donde las galeras conducen hacia las msbellas cmaras, huevos blancos y oblongos estn apilados en pequeos montones comogranos de arena. En seguida, descendiendo, llegamos al departamento que encierra lareina. Le sostienen bvedas, as como a las piezas adyacentes. El suelo estperfectamente unido y el techo, bajo y cimbrado, semeja la cpula que formara un cristalde reloj. Le es imposible a la reina dejar esta, celda, mientras que los obreros y lossoldados que la cuidan y guardan entran y salen libremente.

    Esta reina, segn los clculos de Smeathmann, es veinte o treinta veces ms gruesa queel obrero, lo cual parece ser cierto para las especies superiores, singularmente para elTermes bellicosusy el natalensis; porque la talla de la reina est generalmente en razndirecta con la importancia de la colonia. Para las especies medianas T. J. Savage hacomprobado que en un nido en que el obrero pesa diez miligramos la reina acusa docemil. Por lo contrario, en las especies primitivas, los Calotermes, por ejemplo, la reina esapenas ms grande que el insecto alado.La cmara real es, por otra parte, extensible, y se ensancha a medida que prospera elabdomen de la soberana. El rey la habita con ella, pero no se le columbra apenas porqueest casi siempre atemorizado y modestamente oculto bajo el enorme vientre de suesposa. Volveremos a hablar de los destinos, de los infortunios y de las prerrogativas deesta pareja real.

    De estas cmaras descienden grandes caminos hacia el subsuelo, donde se abren vastassalas sostenidas por pilares. La disposicin de los compartimientos es menos conocida,porque para explorarles es preciso primero demolerlos a golpes de hacha o de azadn.Todo lo que se puede saber es que all, como alrededor de las cmaras, se superponeninnumerables celdas ocupadas por larvas y ninfas en diversos estados de su evolucin.Cuanto ms se desciende ms aumenta el nmero y la talla de los jvenes termes. Alltambin se encuentran los almacenes donde se amontonan la madera masticada y lahierba cortada en pequesimos trocitos: son las provisiones de la colonia. Por lo dems,en caso de penuria, cuando falta la madera fresca los muros mismos de todo el edificiosuministran, como en los cuentos de hadas, los vveres necesarios, puesto que estnhechos de materia excrementicia, es decir, eminentemente comestible en el mundo quenos ocupa.

    En ciertas especies una parte importante de los pisos superiores est reservada al cultivode hongos especiales que reemplazan a los protozoarios que encontraremos en el cap-tulo siguiente, y que, como ellos, estn encargados de transformar la madera vieja o lahierba seca con el fin de hacerlas asimilables.En otras colonias se encuentran verdaderos cementerios, instalados en la parte superiordel montculo. Podemos permitirnos suponer que en caso de accidente o de epidemia lostermes de estas colonias, no pudiendo marchar al comps de la muerte y consumir a sudebido tiempo los cadveres que ella multiplica excesivamente, los amontonan cerca dela superficie, con el fin de que el calor del sol los deseque rpidamente. En seguida los

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    reducen a polvo, y forman as una reserva de vveres con la cual alimentan a la juventudde la ciudad.El Drepanotermes silvestristiene hasta reservas vivas, carne sobre la marcha, aunque laexpresin sea aqu completamente impropia, no teniendo ningn medio de locomocin lacarne en cuestin. Cuando, por razones que nosotros no podemos penetrar, el gobiernooculto de la comejenera estima que el nmero de ninfas sobrepasa el necesario,

    encierran en habitaciones especiales las que sobran, despus de haberlas cortado laspatas, con el fin de que movindose sin utilidad no pierdan su gordura, comindoselasdespus a medida de las necesidades de la comunidad.En estos mismos Drepanotermes se descubren instalaciones sanitarias. Las deyeccionesson acumuladas en recintos donde se endurecen y devienen sin duda ms sabrosas.He aqu en grandes lneas la disposicin de les compartimientos de la comejenera. Por lodems, son bastante variables, porque no existe tendremos ms de una ocasin decomprobarlo animal menos rutinario que nuestro insecto, y que sepa, tan hbil yflexiblemente como el hombre, plegarse a las circunstancias.

    V

    Del enorme hipogeo, que, generalmente, se hunde bajo tierra en la proporcin en que seeleva, irradian innumerables, interminables pasadizos que se extienden a lo lejos, adistancias que todava no se han podido medir, hasta los rboles, hasta los matorrales,hasta las hierbas, hasta las casas que suministran la celulosa. As es como en ciertaspartes de la isla de Ceyln y de Australia, principalmente en Thursday Island y en elarchipilago del Cabo York, kilmetros de extensin estn minados por las galerassubterrneas de estos gnomos, las cuales se han vuelto completamente inhabitables. Enel Transvaal y en Natal, el suelo, de un lado a otro del pas, est surcado de comejeneras.C. C. Fuller ha encontrado all, sobre dos pequeas superficies de 635 metros cuadrados,catorce y diez y seis nidos pertenecientes a seis especies diferentes. En el Alto-Katangase encuentra, a menudo, por hectrea, una comejenera de seis metros de altura.

    Al contrario de la hormiga, que circula libremente por la superficie del suelo, los termes,exceptuados los adultos alados, de los cuales hablaremos en seguida, no abandonan lasclidas y hmedas tinieblas de su tumba. Jams caminan al descubierto, y nacen, viven ymueren sin ver la luz del da. En una palabra, no existen insectos ms ocultos. Estnconsagrados a la sombra eterna. Si para abastecerse les es preciso franquear obstculos,que no pueden perforar, los ingenieros y los exploradores son requeridos. Construyenslidas galeras formadas de detritos de madera sabiamente amasados y de materiafecal. Estas galeras son tubulares cuando no tienen sostn; pero sus tcnicos, con unahabilidad notable, sacan partido de las menores circunstancias que permiten la msmnima economa de trabajo y de materia primaria. Agrandan, rectifican, repasan, pulenlas hendiduras aprovechables. Si la galera corre a lo largo de una pared se harsemitubular; si puede seguir el ngulo formado por dos muros ser cubierta, sen-

    cillamente, de cemento, lo cual ahorra dos terceras partes de la tarea. Sus pasadizos,estrictamente construidos a la medida del insecto, estn provistos, de distancia endistancia, de apartaderos anlogos a los de nuestras rutas de montaa, a fin de permitir alos portadores cargados de vveres cruzarse sin dificultad. Algunas veces, como haobservado Smeathmann, cuando el trfico es intenso, reservan una va para la ida y otrapara el retorno.No abandonaremos este hipogeo sin llamar la atencin sobre una de las ms extraas yms misteriosas particularidades de este mundo, que encierra tantas rarezas y misterios.Ya hemos hecho alusin a la humedad sorprendente e invariable que llegan a mantener

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    en sus viviendas, a pesar de la sequedad del aire y del suelo calcinados, a pesar de losimplacables ardores de los interminables estos tropicales, que agotan las fuentes,devoran todo lo que vive sobre la tierra, y desecan hasta las races de los grandesrboles. El fenmeno es talmente anormal, que el doctor David Livingstone, el granexplorador doblado de naturalista, extremamente concienzudo, a quien Stanley se uni denuevo en 1871 en los bordes del lago Tanganiyka, se pregunt desconcertado si, por

    procedimientos que nos son todava desconocidos, los habitantes de la comejenera nollegaran a combinar el oxgeno de la atmsfera con el hidrgeno de su alimentacinvegetal, de manera que a medida que se evapora reconstituyesen el agua de que tienennecesidad. La cuestin no est todava resuelta, pero la hiptesis es perfectamenteverosmil. Tendremos que comprobar ms de una vez que los termes son qumicos ybilogos que podran darnos lecciones.

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    LA ALIMENTACIN

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    Los termes han resuelto especialmente, una vez por todas, ms perfecta y cientficamente

    que ningn otro animal, a excepcin quizs de ciertos peces, el problema capital de todavida, es decir, el problema de la alimentacin. No se nutren ms que de celulosa, que es,despus de los minerales, la substancia ms extendida sobre nuestra tierra, puesto queforma la parte slida, la armadura de todos los vegetales. Donde haya un bosque, races,arbustos, una hierba cualquiera, encuentran, por tanto, inagotables reservas. Pero, ascomo la mayor parte de los animales, los termes no pueden digerir la celulosa. Cmohacen, pues, para asimilrsela? Segn las especies, han eludido la dificultad de dosmaneras semejantemente ingeniosas. Para les termes que cultivan y explotan los camposde hongos, de los cuales volveremos a hablar, la cuestin es bastante sencilla; pero paralas otras especies ha permanecido muy obscura y no hace mucho tiempo que L. R.Cleveland, gracias a los potentes recursos de los laboratorios de la Universidad deHarvard, la ha elucidado. Primeramente, ha comprobado que de todos los animales que

    se han estudiado los termes xilfagos poseen la fauna intestinal ms variada y abundante,la cual representa aproximadamente la mitad del peso del insecto. Cuatro formas deprotozoarios flagelados atacan literalmente sus entraas y son por orden de su tamaolos siguientes: el Trichonympha campanula, que pulula all por millones; el Leidyopsissphaerica, el Trichomonas y el Streblomastix strix. No se les encuentra en ningn otroanimal. A fin de eliminar esta fauna, se somete, durante veinticuatro horas, al terme a unatemperatura de 36, lo cual no parece molestarle, pero todos sus parsitos abdominalesquedan aniquilados. Desembarazado as el terme, o defaunado (dfaun), como dicen lostcnicos, si se le nutre de celulosa puede vivir de diez a veinte das, al cabo de los cualesmuere de hambre. Pero, si antes del plazo fatal se le restituyen sus protozoarios, continaviviendo indefinidamente1.Al microscopio se imagina uno ver al protozoario absorber en el intestino de su hostelero

    las partculas de madera, digerirlas y morir despus para ser a su vez digerido por elterme.Por su parte, salido del intestino, el protozoario perece casi inmediatamente, auncolocndole sobre un montn de celulosa. Es un caso de indisoluble simbiosis, como laNaturaleza nos da algunos ejemplos.No es intil aadir que los experimentos de L. R. Cleveland han sido hechos sobre msde cien mil trmites.En cuanto a saber cmo fijan el zoe atmosfrico que necesitan para elaborar lasprotenas o cmo transforman los hidratos de carbono en protenas, es problema que anest en estudio.

    1 Segn los experimentos de L. R. Cleveland, Trichonympha y Leidyopsis permiten, el uno y el otro, a su

    hostelero vivir indefinidamente, pero Trichomonas slo le permite una supervivencia que no sobrepasa desesenta a setenta das. En cuanto al Streblomastix, no ejerce influencia alguna en la vida de su hostelero. Suexistencia, como la del terme, depende de la presencia de otros protozoarios. Cuando se hace desaparecer alos Trichonympha, los Leidyopsis se multiplican solos ms activamente y reemplazan a los Trichonympha.Cuando los Trichonympha y los Leidyopsis han desaparecido, los Trichomonas los suplen parcialmente.Estos curiosos experimentos fueron hechos sobre el gran terme del Pacfico: Termopsis nevadensisHagen.Se obtiene a voluntad la disminucin del uno o del otro de los cuatro protozoarios, con la ayuda de ayunos ode oxigenacin. Por ejemplo, despus de seis das de ayuno, Trichonympha campanula pereci, subsistiendolos otros tres; despus de ocho das, Leidyopsis sucumbe; despus de veinticuatro horas de oxigenacin a laatmsfera, Trichomonas muere, mientras los otros tres resisten, etc.

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    Otras especies de gran talla, de una civilizacin ms avanzada, no tienen protozoariosintestinales, pero confan la primera digestin de la celulosa a minsculas criptgamas,cuyas esporas siembran sobre un abono artificial convenientemente preparado,disponiendo as, en el centro de la comejenera, vastos campos de hongos que cultivanmetdicamente, como hacen los especialistas del Agrico comestible en los subterrneosde las antiguas canteras de los alrededores de Pars. Son verdaderos jardines donde se

    elevan ruedas consagradas a un Agrico (Volvaria eurhiza) y a un Xilaria (Xylarianigripes). Sus procedimientos nos son todava desconocidos, porque en vano se haintentado obtener en los laboratorios las bolas blancas de este agrico llamadasmycotetes; no prosperan ms que en la comejenera.Cuando abandonan la ciudad natal para emigrar o fundar una colonia nueva, tienensiempre cuidado de llevar una cierta cantidad de estos hongos o al menos de suscondeas, que son la simiente de ellos.Cul es el origen de esta doble digestin? Se reduce a conjeturas ms o menosaceptables. Es verosmil que hace millones de aos los antecesores de los termes que sedescubren en los terrenos secundario y terciario, encontraban abundancia de losalimentos que podan digerir sin la ayuda de un parsito. Sobrevino una larga penuriaque les forz a nutrirse de detritos leosos, y entre los millares de otros infusorios slo los

    que albergaban el protozoario especfico sobrevivieron?Notemos que hoy da todava digieren el humus, que est, como se sabe, formado desubstancias vegetales descompuestas o ya digeridas por bacterias. Aquellos a los que seha suprimido los protozoarios y que estn a punto de morir de hambre, vuelven a la vida yprosperan indefinidamente si se les pone a rgimen exclusivo de humus. Es evidente quecon este rgimen los protozoarios no tardan en reaparecer en el intestino.Pero por qu han renunciado al humus? Es porque en los pases clidos es menosabundante, menos accesible que la celulosa propiamente dicha? Es la aparicin de lahormiga que troc el abastecimiento en humus ms difcil y ms daoso? L. R. Cleveland,por su parte, supone que mientras se nutran de humus absorban al mismo tiempopartculas de madera que contenan protozoarios, los cuales se multiplicaron y loshabituaron a la xilofagia exclusiva.

    Estas hiptesis son ms o menos discutibles. Entre ellas no se omite ms que una: lahiptesis de la inteligencia y la voluntad de los termes. Por qu no admitir que hayanencontrado ms cmodo y preferible albergar en s sus protozoarios digestivos, lo que lespermiti renunciar al humus y comer cualquier cosa? Esto es lo que seguramente habrahecho el hombre si se hubiese encontrado en su lugar.Para los termes fungcolas, es decir, para los que cultivan los hongos, la ltima hiptesises la nica defendible. Es evidente que en el origen los hongos nacieronespontneamente sobre los detritos de hierbas y madera acumulados en sus cuevas.Debieron comprobar que estos hongos suministraban una alimentacin mucho ms rica,ms segura y ms directamente que el humus o los detritos leosos y que adems tenanla ventaja de desembarazarse de los protozoarios, que entorpecan su vida. Desdeentonces cultivaron metdicamente estas criptgamas, y a tal punto perfeccionaron este

    cultivo, que hoy da, por escardas hechas cuidadosamente, eliminan todas las otrasespecies que nacen en sus jardines y no dejan prosperar ms que las dos variedades deAgrico y de Xilaria, reconocidas como las mejores. Adems, al lado de los jardines enexplotacin preparan jardines suplementarios, jardines de espera, con reservas desimientes destinadas a la edificacin rpida de capas auxiliares, a fin de reemplazar lasque se sienten bruscamente fatigadas o esterilizadas, como ocurre frecuentemente en elfantstico mundo de las criptgamas.Evidentemente, o al menos probablemente, todo esto es debido al azar, como, de igualmodo, del azar ha venido la idea del cultivo en hacinas, que es la ms prctica, como lo

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    atestiguan los campos de hongos de los alrededores de Pars.Notemos, por otra parte, que la mayora de nuestros inventos son atribuidos al azar. Casisiempre es una indicacin, una insinuacin de la naturaleza la que nos pone sobre lapista. Importa sacar partido en seguida de la indicacin, explotar las consecuencias quede ella se derivan. Esto es lo que hicieron los termes tan ingeniosa y sistemticamentecomo nosotros lo hubiramos hecho. Cuando se trata del hombre, es un triunfo de su

    inteligencia; cuando es cuestin del terme, es la fuerza de las cosas o el genio de lanaturaleza.

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    LOS OBREROS

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    La organizacin social y econmica de la comejenera es mucho ms extraa, ms

    complicada y ms desconcertante que la de la colmena. Se encuentran en la colmenaobreras, alvolos con huevecillos y larvas, machos y una reina, que no es en el fondo msque una obrera cuyos rganos reproductores se han desarrollado libremente. Todo estemundo se nutre de la miel y del polen recolectado por las obreras. En la comejenera elpolimorfismo es ms sorprendente. Segn Fritz Mller, Grassi y Sandias, clsicos de latermitologa, se cuentan de once a quince formas de individuos que han salido de huevosen apariencia idnticos. Sin entrar en el detalle complicado y demasiado tcnico dealgunas de estas formas, que a falta de otro nombre se las ha denominado formas 1 a, 2ay3a, nos limitaremos a estudiar las tres castas (que por lo dems comprendensubdivisiones), y que se pueden llamar la casta laboriosa, la casta guerrera y la castareproductora.Como sabemos, en la colmena, la hembra reina sola; es el matriarcado absoluto. En

    cierta poca prehistrica, ya por revolucin o evolucin, los machos fueron relegados alltimo lugar, y algunos cientos de entre ellos son simplemente tolerados durante un ciertotiempo como un mal oneroso, pero inevitable. Salidos de un huevo semejante a aquellosde los que nacen los obreros, pero no fecundados, forman una casta de prncipesharaganes, glotones, turbulentos, amigos de los goces, sensuales, importunos, imbcilesy manifiestamente despreciados. Tienen un magnfico aparato de la visin, pero elcerebro muy estrecho, y estn desprovistos de toda arma, no poseyendo el aguijn de laobrera, que en el fondo no es ms que el oviducto que una virginidad inmemorial hatransformado en estilete envenenado. Despus de los vuelos nupciales, cumplida sumisin, son privados de la vida, sin gloria, porque las vrgenes, prudentes e implacables,no se dignan sacar contra tal ralea el precioso y frgil pual reservado para los grandesenemigos, contentndose con arrancarles un ala y arrojarles a la puerta de la colmena,

    donde mueren de fro y hambre.En la comejenera, una castracin voluntaria reemplaza el matriarcado. Las obreras son omachos o hembras, pero su sexo est completamente atrofiado y apenas diferenciado.Son totalmente ciegas y no tienen armas ni alas. Estn encargadas de la recoleccin,elaboracin y digestin de la celulosa, y alimentan a todos los otros habitantes. Fuera deellas ninguno de estos habitantes, sea el rey, la reina, los guerreros o estos extraossubstitutos y estos adultos alados, de los cuales volveremos a hablar, es capaz deaprovechar los vveres que se encuentran a su alcance. Moriran de hambre sobre el msmagnfico montn de celulosa los unos, como los guerreros, porque sus mandbulas sonde tal modo monstruosas que hacen la boca inaccesible; los otros, como el rey, la reina,los adultos alados, que dejan el nido, y los individuos puestos en reserva o enobservacin para reemplazar, en caso de necesidad, a los soberanos muertos o

    insuficientes, porque no tienen protozoarios en el intestino. Slo los trabajadores sabencomer y digerir; son, en cierto modo, el estmago y el vientre colectivos de la poblacin.Cuando un terme, a cualquier clase que pertenezca, tiene hambre, da un golpe de antenaal obrero que pasa. Inmediatamente ste suministra al solicitante menor de edad, esdecir, susceptible de llegar a ser rey, reina o insecto alado, lo que tiene en el estmago. Siel pobre vergonzante es adulto, el trabajador le vuelve la parte trasera, cedindolegenerosamente lo que contiene su intestino. Como se ve, esto es el comunismo integral,el comunismo del esfago y de las entraas, llevado hasta la coprofaga colectiva. Nadase pierde en la siniestra y prspera repblica, donde se realiza, desde el punto de vista

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    econmico, el srdido ideal que la naturaleza parece proponernos. Si alguno cambia depiel, el desecho de su indumentaria es inmediatamente devorado; si alguien muere,obrero, rey, reina o guerrero, el cadver es al instante consumido por los supervivientes.No habiendo desperdicios, la limpieza es siempre automtica y provechosa: nada se tira,todo es bueno, todo es comestible, todo es celulosa, y los excrementos se vuelven autilizar casi indefinidamente. Por lo dems, el excremento es, si as puede decirse, la

    primera materia de todas sus industrias, comprendiendo en ellas, como acabamos deverlo, las de la alimentacin. Sus galeras, por ejemplo, estn interiormente pulidas ybarnizadas con el mayor cuidado, y el barniz empleado es exclusivamente estercolar.Trtase de fabricar un tubo, de apuntalar una galera, de construir celdas o habitaciones,de edificar departamentos reales, de reparar una brecha, de obturar una hendidura pordonde pudiese colarse una corriente de aire fresco o un rayo de luz, cosas, entre todas,de las ms temibles, en todos estos cases recurren siempre tambin a los residuos de sudigestin. Se dira que, ante todo, son qumicos trascendentales, cuya ciencia ha supe-rado todo prejuicio, toda repugnancia, alcanzando la serena conviccin de que en lanaturaleza nada es repugnante y que todo se reduce a algunos cuerpos simples,qumicamente indiferentes, propios y puros. En virtud de la sorprendente facultad dedominar los cuerpos y transformarlos segn las obras, las necesidades y las

    circunstancias que posee la especie, los obreros se dividen en dos castas, a saber: losgrandes y los pequeos. Los primeros, provistos de mandbulas ms potentes, cuyaslminas crecen como tijeras, van a lo lejos, por caminos cubiertos, a despedazar lamadera y otras materias duras para realizar el abastecimiento. Los segundos, ms nu-merosos, se quedan en casa, consagrndose a los huevos, larvas y ninfas, a laalimentacin de los insectos perfectos, a la del rey y la reina, y al cuidado de losalmacenes y del menaje.

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    LOS SOLDADOS

    I

    Despus de los trabajadores vienen los guerreros, machos o hembras, sexos de la misma

    manera sacrificados e igualmente ciegos y privados de alas. Aqu tomamos fielmente delos hechos lo que llamaremos inteligencia, instinto, fuerza creadora, genio de la especie ode la naturaleza, a menos que el lector no le d algn otro nombre que le parezca ms

    justo y preferible.Normalmente, como ya hemos dicho, no existe ser ms desheredado que el terme. Notiene armas ofensivas ni defensivas. Su vientre blando se deja perforar bajo la presin deldedo de un nio. No posee ms que un instrumento para un trabajo obscuro y sindescanso. Atacado por la ms ruin hormiga, es vencido de antemano. Si sale de suguarida, sin ojos, casi arrastrndose, provisto de pequeas mandbulas, hbiles parapulverizar la madera, pero inaptas para atrapar al adversario, apenas ha franqueado elumbral, est perdido. Y esta guarida, que es su patria, su ciudad, su nico bien y su todo,su alma verdadera, que es el alma de su multitud; este santasantorum de todo su ser,

    ms hermticamente cerrado que una vasija de gres o un obelisco de granito, unairresistible ley ancestral le ordena en ciertos momentos del ao abrirlo por todas partes.Rodeado de millares de que acechan estos minutos trgicamente peridicos, en que todolo que l posee, su presente y su porvenir, es ofrecido a la destruccin, ha sabidohacerse, no se sabe desde cundo, lo que el hombre, su igual en la desheredacin, hahecho a su vez despus de largos milenarios de angustia y de miseria. Ha creado todaclase de armas invencibles para luchar contra sus enemigos normales, los enemigos desu orden. En efecto, no hay un solo animal que pueda descantillar la comejenera,reducida a merced del enemigo, y la hormiga no puede instalarse en ella ms que porsorpresa. Slo el hombre, el ltimo venido, nacido ayer, a quien el terme no conoca ycontra el cual, por tanto, no ha tomado todava sus precauciones, puede llevar a cabo elasalto del nido con la ayuda de la plvora, el azadn y la sierra.

    Sus armas no las ha tomado el terme, como nosotros las nuestras, del mundo exterior. Haobrado mejor, lo que prueba que est ms cerca que nosotros de las fuentes de la vida.Las ha forjado en su propio cuerpo, las ha sacado de s, materializando en cierto modo suherosmo, por un milagro de su imaginacin, de su voluntad, o gracias a algunaconnivencia con el alma de este mundo o al conocimiento de misteriosas leyes biolgicas,de las cuales no tenemos todava ms que una vaga idea, porque es cierto que sobreeste punto y sobre algunos otros, el terme sabe de ellos ms que nosotros y que lavoluntad, que en nosotros no va ms all de la conciencia y no comanda ms que alpensamiento, el terme la extiende a toda la regin tenebrosa donde funcionan y semodelan todos los rganos de la vida.A fin de asegurar la defensa de sus ciudadelas ha hecho salir de huevos, en todosemejantes a aquellos de donde nacen los insectos trabajadores porque ni al

    microscopio se descubre diferencia alguna entre ellos, una casta de monstruosescapados de una pesadilla y que recuerdan las ms fantsticas diableras deHieronymus Bosch, de Breughel-le-Vieux y de Callot. La cabeza acorazada con quitina hatomado un desarrollo fenomenal, alucinante, y est provista de mandbulas msvoluminosas que el resto del cuerpo. Todo el insecto no es ms ni otra cosa que unescudo de encina y un par de tenazas cizallas, semejantes a las de les cangrejos grandesde mar, llamados escribanos, accionadas por msculos potentes. Y estas tenazas, tanduras como el acero, son tan pesadas y talmente embarazosas y desproporcionadas, queel que est abrumado por ellas es incapaz de comer y debe ser alimentado al pico por los

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    trabajadores.Se encuentran algunas veces en la misma comejenera dos clases de soldados, la unagrande y otra de pequea talla, aunque las dos son igualmente adultas. La utilidad deestos pequeos soldados no est todava bien explicada, teniendo en cuenta que en casode alerta emprenden la fuga tan pronto como los obreros. Parecen encargados de lapolica interior y algunas especies tienen tres tipos de guerreros de este gnero.

    Una familia de termes, los Eutermes, tienen soldados que son todava ms fantsticos, alos cuales se les llama narigudos, naricornes o termes con trompa o con jeringa. No po-seen mandbulas y su cabeza est reemplazada por un aparato enorme y raro, que separece exactamente a las peras para inyecciones, que venden los farmacuticos o loscomerciantes de objetos de caucho y que es tan voluminoso como el resto del cuerpo.Con la ayuda de esta pera o de esta ampolla cervical, estando desprovistos de ojos,proyectan, por apreciacin, sobre sus adversarios, a dos centmetros de distancia, unlquido viscoso que los paraliza, y que la hormiga, el enemigo milenario teme mucho msque a las mandbulas de los otros soldados1. Esta arma perfeccionada, especie deartillera porttil, es tan netamente superior a la otra, que permite a uno de estos termes,el Eutermes monoceros, aunque ciego, organizar expediciones de descubierta y hacer enmasa salidas nocturnas para ir a recolectar a lo largo del tronco de los cocoteros el liquen,

    del cual es goloso.Una curiosa fotografa al magnesio, tomada en la isla de Ceyln por E. Bugnion, nosmuestra el ejrcito en marcha, deslizndose como un arroyo durante varias horas, entredos filas de soldados bien alineados con la jeringa vuelta hacia fuera, a fin de mantener araya las hormigas 2.Son muy raros los termes que se atreven a desafiar la luz del da. No se conoce apenasms que el Hodotermes havilandi y el Termes viator o viarum. Es verdad que,excepcionalmente, no han hecho como los otros voto de ceguera.Tienen ojos con facetas, y encuadrados de soldados que los protegen, los vigilan y losdirigen, van a la cinaga en busca de provisiones y marchan militarmente en filas de doceo quince individuos. Algunas veces, uno de los soldados que los flanquean sube sobreuna eminencia a fin de reconocer los alrededores, y da un silbido al cual responde la tropa

    acelerando el paso. Fue este silbido el que delat su presencia a Smeathmann, el primeroque los descubri. Tambin aqu, como en el ejemplo precedente, el desfile de lasinnumerables tropas requiri cinco o seis horas.Los soldados de otras especies no dejan jams la fortaleza que estn encargados de

    1M. Bathelier, director del Instituto Patolgico de Saign, habiendo encerrado en una cubeta de Petri unoscincuenta soldados de Eutermes en compaa de seis hormigas rojas de gran talla, al cabo de algunosminutos encontr a las seis hormigas apioladas e incapaces de moverse. A una de ellas que intentrevolverse, un soldado se dirigi a ella inmediatamente, la contuvo, y dirigiendo el pico hacia ella la gratificcon una inyeccin. No haba, por otra parte, contacto, y la jeringa del Eutermes no conservaba su direccinhacia adelante ms que durante un tiempo muy corto. Cuanto ms se debatan las hormigas, ms se pegabanlos miembros entre s y se adheran a lo largo del cuerpo. Luego completamente inmovilizadas, acabaron porsucumbir.2El cmputo de este ejrcito, efectuado en fotografas ampliadas (instantneas al magnesio), ha sido en unalongitud de 32 centmetros, cifras que varan de 232 a 623, y en un metro, de 806 a 1.917 termes. Tomamoscomo cifra media mil individuos por metro; esto hara para el ejrcito entero, desfilando durante cinco horas, arazn de un metro por minuto, un total de 300.000 termes. El nmero de soldados de guardia contado en unade las fotografas, era, en una longitud de 55 centmetros, de 80 a izquierda y 51 a derecha, lo que da en unmetro 146 y 96; en conjunto, 238.Un da en que el ejrcito, a su regreso, era hostigado por las hormigas (Pheidologeton), cont a lo largo delbasamento de la cabaa, en una longitud de tres metros y medio, una hilera de 281 soldados que, dandofrente al enemigo, cubran la retirada de los obreros cargados de lquenes. Estos marchaban al lado del muro,al abrigo de los agresores (Dr. E. Bugnion). No olvidemos que aqu se trata de obreros y soldados ciegos, ypreguntmonos lo que los hombres haran en su lugar.

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    defender; los retiene all una ceguera total. El genio de la especie ha encontrado estemedio prctico y radical de fijarlos en su puesto. Adems, no son eficaces ms que en lasalmenas cuando pueden hacer frente. Volvedlos, y estn perdidos, slo el busto estarmado y acorazado, y el plano posterior, blando como un gusano, queda expuesto atodas las mordeduras.

    II

    El enemigo nato es la hormiga, enemigo hereditario, enemigo desde hace dos o tresmillones de aos, porque es geolgicamente posterior al terme1.Se puede decir que, a no ser por la hormiga, el insecto devastador de que venimostratando sera, quizs, a la hora presente, el amo de la parte meridional de este globo, sino se sostiene, por otra parte, que a la necesidad de defenderse contra la hormiga debeel terme lo mejor de s mismo, a saber: el desarrollo de su inteligencia, los admirablesprogresos que ha realizado y la prodigiosa organizacin de sus repblicas; problema quees difcil resolver.Remontando las especies inferiores, encontramos, entre otras, el Archotermopsis y el

    Calotermes, los cuales no son todava constructores, y practican sus galeras en lostroncos de los rboles. Todos ejecutan aproximadamente la misma tarea y las castasapenas se diferencian.Para impedir a la hormiga penetrar en el nido, se contentan tapando el orificio conexcremento mezclado con serrn. Sin embargo, un Calotermes, el dilatus, ha creado ya untipo de soldado completamente especial, cuya cabeza no es ms que una especie deenorme tapn tallado en punta que, para tapar un agujero, reemplaza ventajosamente alserrn.Llegamos as a las especies ms civilizadas, los grandes termes cultivadores de hongos ylos Eutermes con jeringa, volviendo a encontrar, escaln por escaln hay de ellascentenas, todas las etapas de una evolucin, todos los progresos de una civilizacinque, probablemente, no ha alcanzado todava su apogeo.

    Este trabajo, apenas esbozado por E. Bugnion2, es, por el momento, imposible, porque delas mil doscientas o mil quinientas especies que se presume existen, Nils Holmgren, en1912, no haba clasificado ms que quinientas setenta y cinco, de las cuales doscientasseis eran de frica y no se conocan las costumbres ms que de una centena de ellasaproximadamente. Pero lo que sabemos permite ya afirmar que entre las especiesestudiadas existe la misma escala de valores que entre los antropfagos de la Polinesia ylas razas europeas que alcanzan la cima de nuestra civilizacin.La hormiga ronda noche y da la comejenera en busca de una abertura. Contra ella,principalmente, se toman todas las precauciones y las menores grietas estn

    1El hombre ha sacado partido de esta enemistad mortal. Los indgenas de Madras utilizan ciertas especies dehormigas, especialmente la Pheidologeton, para destruir los termes en las factoras de mercancas.2He aqu, segn E. Bugnion, algunos grados de esta evolucin:Primer grado: Amontonamiento del serrn en la parte externa de las galeras. Budines ms o menoscompactos, formados de serrn y de excremento, destinados a tapar las aberturas (Calotermes,Termopsis).Segundo grado: Aglutinacin de detritos de madera por medio de la saliva o del lquido contenido en el recto,dispuestos de manera que forman tneles, tabiques protectores y nidos enteramente cerrados. Industria delcartn de madera en general (Coptotermes,Arrhinotermes,Eutermes).Tercer grado: Arte de tapiar por medio de un mortero formado con granos de tierra y de saliva.Perfeccionamiento gradual a partir de simples encostramientos de tierra hasta las comejeneras ms perfectas.Cuarto grado: Cultivo de los hongos. Arte cada vez ms perfecto de los termes cultivadores de hongos(Termes).

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    severamente guardadas, especialmente las que necesitan las chimeneas de ventilacin,porque la de la comejenera est asegurada por una circulacin de aire a la cual nuestrosmejores higienistas no tendran reparos que poner.Pero cualquiera que sea el agresor, desde que el nido es atacado y aparece brecha en l,se ve surgir la enorme cabeza de un defensor que da la alarma golpeando el suelo consus mandbulas. Inmediatamente acude el cuerpo de guardia, despus toda la guarnicin,

    que con sus crneos obturan las aberturas, agitando al azar, ciegamente, un matorral deformidables, aterradoras y ruidosas mandbulas, o, siempre a tientas, precipitndosecomo una jaura de bulldogs sobre los adversarios, a quienes muerden rabiosamente,llevndose el pedazo y no soltando jams la presa1.

    III

    Si el ataque se prolonga, los soldados se enfurecen y emiten un sonido claro, vibrante yms rpido que el tic-tac de un reloj, que se oye a varios metros de distancia, y al cualresponden desde el interior de la comejenera con un silbido. Esta especie de canto deguerra o de himno de clera, producido por los choques de la cabeza contra el cemento y

    el frotamiento de la base del occipucio contra el corselete, es muy netamente ritmado, yse reanuda de minuto en minuto.A veces, a pesar de la heroica defensa, acaece que un cierto nmero de hormigas llegana introducirse en la ciudadela. Los soldados, entonces, inflamados de ardor, contienen alinvasor del mejor modo que pueden, mientras en la retaguardia los obreros se apresurana tapiar las desembocaduras de los pasillos. Los guerreros son sacrificados, pero elenemigo queda contenido. Por esto se encuentran algunos montculos en los que lostermes y hormigas parecen convivir en buena relacin. En realidad, las hormigas noocupan ms que una parte que les han abandonado definitivamente, sin que puedanpenetrar en el corazn de la plaza.Generalmente el ataque, que muy raramente finaliza con la toma total de la ciudadela,termina con la razzia de las partes conquistadas. Cada hormiga dice H. Prel, que ha

    observado estos combates en el Usambara (frica oriental Alemana) hace una mediadocena de prisioneros que, mutilados, se resisten dbilmente en el suelo; en seguida,cada uno de los merodeadores recoge tres o cuatro termes, que se lleva; las colonias sereforman y reintegran a su guarida.El ejrcito de hormigas observado tena diez centmetros de ancho por un metro cincuentade largo. Emita en marcha una estridencia continua.Rechazada la agresin, los soldados permanecen algn tiempo en la brecha; despusvuelven a su puesto o entran en sus cuarteles. Inmediatamente reaparecen los obrerosque haban huido del peligro, a la primera seal, conforme a una estricta y juiciosadistribucin del trabajo que coloca de un lado el herosmo y del otro la mano de obra. Seponen incontinentia reparar los desperfectos con una rapidez fantstica, aportando cadauno su bolita de excremento. Al cabo de una hora, segn ha comprobado el doctor

    Tragardh, una abertura del tamao de la palma de una mano queda cerrada; y T. J.Savage nos dice que, habiendo una tarde saqueado una comejenera, se encontr a la

    1E. Bugnion en su opsculo nos presenta, observado de los hechos, un curiossimo ejemplo de esta defensainteligente y vigilante. Puso en una cajita cubierta con un cristal una colonia de Eutermes lacustris. Al dasiguiente encontr la mesa sobre la cual la haba depositado cubierta de terribles hormigas: las Pheidologetondiversus. Como el cristal no tapaba bien, crey su colonia perdida. No haba tal. Advertidos del peligro losEutermes, sus soldados se haban formado sobre la mesa alrededor de la cajita. Una guardia bien alineada semantena, adems, a lo largo de la ranura que quedaba entre el cristal y la cajita. Dando cara al enemigo consus jeringas, los valientes soldaditos haban velado toda la noche sin dejar pasar una sola hormiga.

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    maana siguiente todo en orden y recubierto de una nueva capa de cemento. Estarapidez es para ellos cuestin de vida o muerte, pues la menor brecha es una llamada ainnumerables enemigos y, fatalmente, el fin de la colonia.

    IV

    Estos guerreros, que a primera vista parecen no ser ms que los mercenarios perofieles y siempre heroicos de una Cartago despiadada, desempean otros empleos. Enel Eutermes monoceros, aunque ciegos (nadie ve en la colonia), son enviados enreconocimiento antes que el ejrcito aborde un cocotero. Acabamos de decir que en lasexpediciones del Termes viator obran como verdaderos oficiales. Es bastante probableque ocurra lo mismo en las comejeneras enclaustradas, aunque aqu la observacin seacasi imposible, puesto que a la menor alerta corren a la brecha y ya no son ms quesoldados. Una instantnea tomada al magnesio por W. Savile-Kent, en Australia, nosmuestra dos de ellos que parecen vigilar a una escuadra de obreros royendo una plancha.Estos guerreros tratan de hacerse tiles: transportan los huevos entre sus mandbulas, sesitan en las encrucijadas como si reglasen la circulacin, y Smethmann hasta asegura

    haber visto alguno que, con golpecitos afectuosos, asista a la reina en la expulsin difcilde un huevo recalcitrante.Parecen tener ms iniciativas y ser ms inteligentes que los obreros, y forman, en suma,en el seno de la repblica sovitica, una especie de aristocracia. Pero es una aristocraciabien miserable, que, como la nuestra, y todava es un rasgo humano, es incapaz desubvenir a sus necesidades, y depende, para vivir, completamente del pueblo.Afortunadamente para ella, al contrario de lo que ocurre o parece ocurrir entre nosotros,su suerte no est ligada completamente a los caprichos ciegos de la masa, sino que seencuentra en las manos de otro poder al cual todava no hemos visto la cara y cuyomisterio trataremos de penetrar ms adelante.Veremos, al hablar de la enjambrazn, que en las horas trgicas en que la ciudad est enpeligro de muerte, ellos solos aseguran la vigilancia de las salidas, guardan su sangre fra

    en medio de la locura que les rodea y parecen obrar en nombre de una especie de comitde salud pblica que les delega poderes absolutos. Sin embargo, a pesar de la autoridadcon que parecen revestidos en muchas circunstancias, y en las que las armas terriblesque poseen les permitiran abusar fcilmente, no permanecen menos a la merced delpoder soberano y oculto que gobierna su repblica. En general constituyen un quinto de lapoblacin total. Si sobrepasan esta proporcin; si, por ejemplo el experimento se hahecho en las pequeas comejeneras, nicas en que pueden intentarse observaciones deeste gnero, se introduce un nmero excesivo, el poder desconocido, que debe sabercontar con bastante exactitud, hace perecer casi tantas como se han introducido, noporque sean extraas se ha podido comprobar marcndolas, sino porque eranexcesivas.No son degollados como los machos de las abejas; cien obreros no daran fin de uno de

    estos monstruos solamente vulnerables en el cuarto posterior. Sencillamente, no se lesalimenta ms al pico, e incapaces de comer, mueren de hambre.Pero cmo el poder oculto se las arregla para contar, designar o confinar aquellos queha condenado? Es una de las mil cuestiones que brotan de la comejenera y que hastahoy permanecen sin respuesta.Antes de concluir estos captulos consagrados a las milicias de la ciudad sin luz, noolvidemos mencionar algunas extraordinarias habilidades ms o menos musicales quemanifiestan frecuentemente. Parecen ser, en efecto, si no los melmanos, por lo menos loque los futuristas llamaran los ruidosos de la colonia. Estos ruidos, que tan pronto son

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    una seal de alarma, una llamada de auxilio, una especie de lamentacin, crepitacionesdiversas, casi siempre ritmadas, y a las cuales responden murmullos de la multitud, hacencreer a varios entomlogos que los guerreros se comunican entre s, no slo por lasantenas, como las hormigas, sino tambin con la ayuda de un lenguaje ms o menosarticulado. En todo caso, al contrario de las abejas y hormigas, que parecen sercompletamente sordas, la acstica juega un cierto papel en la repblica de estos ciegos

    que tienen el odo muy fino. Es difcil darse cuenta, cuando se trata de comejenerassubterrneas o recubiertas de ms de seis pies de madera mascada, de arcilla y decemento, que absorben todos los sonidos; pero en las que estn instaladas en troncos derbol, s se acerca la oreja se oye toda una serie de ruidos que no dan la impresin deobedecer solamente al azar.Por lo dems, es evidente que una organizacin tan delicada, tan compleja, en dondetodo es solidario y est rigurosamente equilibrado, no podra subsistir sin concierto, a noatribuir sus milagros a una armona preestablecida, mucho menos verosmil que a lainteligencia. Entre las mil pruebas de esta inteligencia que vemos acumularse a lo largode estas pginas, llamar la atencin sobre la siguiente, porque es bastante comn:existen comejeneras en las que una sola colonia ocupa varios troncos de rboles, a vecesbastante distantes unos de otros, y no tiene ms que una pareja real. Estas

    aglomeraciones separadas, pero sometidas a la misma administracin central, secomunican tan bien que, si en uno de los troncos se suprime el equipo de pretendientesque los termes tienen siempre en reserva, con el fin de reemplazar en caso de accidentea la reina muerta o poco fecunda, los habitantes de un tronco vecino inmediatamentecomienzan a criar una nueva tropa de candidatos al trono. Volveremos a hablar de estasformas substitutivas o suplementarias, que son una de las particularidades ms curiosas yms hbiles de la poltica de los termes.

    V

    Adems de estos diversos ruidos, crepitaciones, tic-tacs, silbidos, gritos de alarma, casi

    siempre ritmados y que denotan una cierta sensibilidad musical, los termes tienentambin, en numerosas circunstancias, movimientos de conjunto igualmente ritmados,como si perteneciesen a una coreografa o a una orqustica completamente singular, quesiempre han intrigado prodigiosamente a los entomlogos que los han observado. Estosmovimientos son ejecutados por todos los miembros de la colonia, exceptuados los recinnacidos. Es una especie de danza convulsa, en la que el cuerpo, agitado de temblores, semece de atrs a adelante con una ligera oscilacin lateral. Se prolonga durante horas,interrumpida con cortos intervalos de reposo. Precede, particularmente, al vuelo nupcial, ypreludia, como una plegara o una ceremonia sagrada, al sacrificio ms grande que lanacin pudiera imponerse. Fritz Mller ve en este suceso lo que llama, con frase grfica ,los Love Passages1. Se observan anlogos movimientos cuando se agitan o iluminanbruscamente los tubos en que se aprisionan los sujetos en observacin, en los cuales no

    es fcil mantenerlos mucho tiempo porque horadan casi todos los tapones leosos o aunmetlicos y, qumicos incomparables, llegan a corroer el vidrio.

    1Pasajes amorosos

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    LA PAREJA REAL

    I

    Despus de los obreros y de los soldados o amazonas, encontramos el rey y la reina.Esta melanclica pareja, confinada a perpetuidad en una celda oblonga, estexclusivamente encargada de la reproduccin. El rey, especie de prncipe consorte, esmiserable, pequeo, ruin, tmido, furtivo, siempre escondido bajo la reina. Esta presenta lams monstruosa hipertrofia abdominal que se encuentra en el mundo de los insectos, enel que, sin embargo, la naturaleza no es avara de monstruosidades. La reina no es msque un gigantesco vientre inflado de huevos hasta reventar, absolutamente comparable aun budn blanco, de donde apenas emergen una cabeza y un corselete minsculos,parecidos a la de un alfiler negro clavado en una miga de pan en forma de salchichn.Segn una plancha del informe cientfico de Y. Sjostedt, la reina del Termes natalensis,reproducida a tamao natural, tiene una longitud de 100 milmetros y una circunferenciauniforme de 77, mientras que el obrero de la misma especie no tiene ms que 7 u 8milmetros de largo y 4 5 de contorno.No teniendo ms que insignificantes patitas en el corselete sumergido en la grasa, la reinaest imposibilitada del menor movimiento. Pone, por trmino medio, un huevo porsegundo, es decir, ms de 86.000 en veinticuatro horas y 30 millones por ao.Si nos atenemos a la estimacin ms moderada de Escherich, que en el Termesbellicosus evala en 30.000 por da el nmero de huevos expulsados por una reina adulta,llegamos a 10.950.000 huevos por ao.En lo que se ha podido observar, parece que durante los cuatro o cinco aos de su vidano puede interrumpir su puesta ni de da ni de noche.Excepcionales circunstancias han permitido al eminente entomlogo K. Escherich violarun da, sin turbarlo, el secreto de estos departamentos reales. Tom un croquisesquemtico, alucinante como una pesadilla de Odilon Redon, o una visin interplanetaria

    de William Blake. Bajo una bveda tenebrosa, baja y colosal, si se la compara con la tallanormal del insecto, llenndola casi completamente, se alarga como una ballena rodeadade langostinos la enorme masa grasa, blanda, inerte y blancuzca del horrible dolo.Millares de adoradores la acarician y lamen sin descanso, pero no sin inters, porque laexudacin real parece tener tal atractivo, que a los pequeos soldados de la guardia lescuesta mucho trabajo impedir a los ms celosos llevarse algn trozo de la divina piel conel fin de saciar su amor o su apetito. Por eso las viejas reinas estn cosidas de gloriosascicatrices y parecen remendadas.Alrededor de la boca insaciable se agitan centenares de obreros minsculos que laingurgitan la papilla privilegiada, mientras que en el otro extremo otra multitud rodea elorificio del oviducto, recoge, lava y lleva los huevos a medida que fluyen. Por entre estamultitud atareada circulan pequeos soldados que mantienen el orden, y guerreros de

    gran talla rodean el santuario volvindole la espalda, cara al enemigo posible y alineadosen buen orden, las mandbulas abiertas, formando una guardia inmvil y amenazadora.En cuanto su fecundidad disminuye, probablemente por orden de estos veedores oconsejeros desconocidos, cuya implacable ingerencia encentramos por todas partes, se lapriva de toda alimentacin. La reina muere de hambre. Es una especie de regicidio pasivoy muy prctico, del cual nadie es personalmente responsable. Se devoran sus restos conplacer, pues es extremadamente grasosa, y se la reemplaza por una de las ponedorassuplementarias, de las que nos ocuparemos en seguida.Al contrario de lo que hasta ahora se haba credo, la unin no se realiza durante el vuelo

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    nupcial como en las abejas, pues en el momento de ste los sexos no son todava aptospara la reproduccin. El himeneo no se hace ms que despus que la pareja,arrancndose mutuamente las alas extrao smbolo sobre el cual se podra largamenteepilogar, se ha instalado en las tinieblas de la comejenera, que no abandonar hasta lamuerte.Los termtlogos no estn de acuerdo acerca de la manera como se consuma este

    himeneo. Filippo Silvestri, gran autoridad en la materia, sostiene que la copulacin, dadala conformacin de los rganos del rey y de la reina, es fsicamente imposible y que el reyse contenta con derramar su semen sobre los huevos a la salida del oviducto. SegnGrassi, no menos competente, la unin se verificara en el nido y se repetiraperidicamente.

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    LA ENJAMBRAZN

    I

    Estos obreros, estos soldados, este rey y esta reina constituyen el fondo permanente yesencial de la ciudad, que, bajo una ley de hierro ms dura que la de Esparta, prosigue enla obscuridad su existencia avara, srdida y montona. Pero al lado de estos taciturnoscautivos que jams vieron ni vern la luz del da, el spero falansterio cra con muchotrabajo innumerables legiones de adolescentes ornados de largas alas transparentes yprovistos de ojos con facetas que se preparan en las tinieblas, donde bullen los recinnacidos, a afrontar el resplandor del sol tropical. Son estos insectos perfectos, machos yhembras, los nicos que tienen un sexo de donde saldr la pareja real que asegurar elporvenir de otra colonia si el azar, siempre inclemente, lo permite. Representan laesperanza, el lujo demente, la alegra voluptuosa de una ciudad sepulcral que no tieneotra salida hacia el amor y el cielo. Alimentados al pico, pues no teniendo protozoariosno pueden digerir la celulosa, vagan ociosos por las galeras y las salas, esperando lahora de la liberacin y de la felicidad. Al fin suena esta hora al aproximarse la estacin delas lluvias, hacia el final del esto ecuatorial. Entonces, la inviolable ciudadela, cuyasparedes, bajo pena de muerte para toda la colonia, nunca ofrecen otras aberturas que lasindispensables para la ventilacin, y en la que todas las comunicaciones con el mundoexterior son rigurosamente subterrneas, poseda de una especie de delirio, de pronto esacribillada de estrechas aberturas, detrs de las cuales se ven vigilantes las monstruosascabezas de los guerreros, que prohben la entrada lo mismo que la salida. Estas aberturascorresponden a las galeras o pasillos donde se aglomera la impaciencia del vuelonupcial.A una seal, dada como todas las otras por el poder invisible, los soldados se retiran,descubren las aberturas y dejan paso a los temblorosos amantes. Es seguida, segndicen todos los viajeros que lo han contemplado, se desarrolla un espectculo al lado delcual la enjambrazn de las abejas parece insignificante. Del enorme edificio, ya hacina, ya

    pirmide o fortaleza, y a menudo, cuando hay aglomeracin de ciudades, sobrecentenares de hectreas de superficie, se eleva, como de una caldera al rojo a punto deexplotar y borbotando de todas las grietas, una nube de vapor formada de millones dealas que se remontan hacia el azur a la busca incierta y casi siempre burlada del amor.Como todo lo que slo es ensueo y humo, el magnfico fenmeno no dura ms quealgunos instantes y la nube se abate pesadamente sobre el suelo y lo cubre de despojos;la fiesta ha terminado. El amor ha traicionado sus promesas y la muerte ocupa su lugar.Advertidos por los preparativos, prevenidos por el instinto, que no les engaa, todos losque estn ansiosos del suculento festn que cada ao les ofrece la innumerable carne delos novios de la comejenera, pjaros, reptiles, gatos, perros, roedores, casi todos losinsectos y, sobre todo, las hormigas y las liblulas, se lanzan sobre la inmensa presaindefensa, que cubre, a veces, millares de metros cuadrados, y comienza la espantosa

    hecatombe. Los pjaros, singularmente, se hartan de tal modo, que no pueden cerrar elpico; hasta el hombre toma parte en la inesperada ganga: recoge las vctimas amontones, las come fritas o asadas o hace pasteles cuyo gusto parece que recuerda el delos de almendras, y en algunos pases, como en la isla de Java, los vende en el mercado.En cuanto el ltimo de los insectos alados ha remontado el vuelo, siempre obedeciendo almisterioso poder inasequible que all reina, la comejenera se vuelve a cerrar, las aberturasson tapadas y los que han salido parecen inexorablemente excluidos de la ciudad natal.Cul es su suerte? Algunos entomlogos pretenden que, incapaces de alimentarse,acosados por miles de enemigos que se renuevan, todos perecen sin excepcin. Otros

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    termitlogos sostienen que, aqu y all, una miserable pareja logra escapar del desastre yes recogida por los obreros y soldados de una colonia vecina para reemplazar a una reinamuerta o fatigada. Pero cmo y por quin sera recogida? Los trabajadores y lossoldados no vagan por los caminos ni salen nunca al aire libre, y las colonias vecinasestn muradas como las que han abandonado. En fin, otros afirman que una pareja puedesubsistir durante un ao y criar soldados que la defendern y obreros que la alimentarn

    en seguida. Pero cmo vive entretanto, puesto que est probado que muy raramentetiene protozoarios y, por consiguiente